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Con 40 años entre a una crisis que empecé a ser infiel

CAPÍTULO 1- LUIS cuenta su versión

Sentado en mi viejo Ford Focus repasaba las últimas semanas de mi vida. Una vida que lentamente cambiaba para dar paso a otra nueva.

Eran las 2 de la madrugada y estaba aparcado en la calle de un conocido motel de parejas de mi ciudad. En él habían entrado juntos mi mujer Clara y un chico musculado y, en apariencia, bastante más joven que ella.

Llevaba media noche interpretando a un espía como si estuviera en una película de Hollywood. Pero lejos de ser un filme policíaco, esa era la realidad a la que me enfrentaba.

No podía entender como mi recatada esposa era capaz de hacerme esta jugada. Mi mente estaba confusa y mi cuerpo tiritaba de nervios. La amaba con todo mi ser y me acababa de traicionar.

Clara y yo nos conocimos en el instituto y, al instante, me enamoré de ella. Era un par de años mayor que yo y ese año repetía curso. Por mi parte yo era nuevo en ese instituto y solamente conocía a dos personas en mi curso. Curiosamente una de ellas nos presentó el primer día de clase y como ninguno teníamos compañero, decidimos sentarnos juntos.

Pronto comenzó una complicidad entre los dos y una gran amistad.

Clara, en ese momento, tenía novio, o una especie de relación con un chico de otro curso de esos que tienen pinta de malotes. Yo era un chico muy del montón y lo único a destacar era mi simpatía. A todo el mundo le caía bien, pero sin llegar a ser el payaso de la clase.

Visto lo visto, yo pensaba que Clara estaba en primera división y yo en tercera. Y más cuando me contaba como pasaba los viernes en casa de su “a mi-novio” aprovechando que no estaban sus padres. Mis experiencias con el sexo femenino se limitaban a unas cuantas pajas de una novia que tuve y, a mis 18 años, seguía siendo virgen.

Pero una mañana de invierno, apareció Clara y me dio la mejor noticia de mi adolescencia, su chico y ella lo habían dejado. Yo me alegré muchísimo, pero no pensaba que tuviera ninguna oportunidad con ella.

Los meses pasaron y yo cada vez estaba más enamorado de Clara. Y, aunque parezca extraño, a Clara le había visto varios comportamientos que me hacían pensar que yo también le gustaba, pero no quería jugarme su amistad. Prefería eso que nada.

El curso llegaba a su fin, y los exámenes estaban a unos pocos días de empezar. Unos cuantos compañeros empezamos a quedar por las tardes para estudiar.

Una tarde, al acabar de estudiar, Clara me pidió que la acompañara a casa y durante el camino fue ella la que se paró delante de mí y me dio un beso rápido al que yo respondí con otro. Y ya nunca más separamos nuestros labios.

Hace 15 años decidimos casarnos y hasta esta noche, ella había sido la mujer a la que más había admirado, respetado y amado.

Durante este tiempo nos hemos querido mucho y en el plano sexual tampoco podemos quejarnos. Yo disfruto mucho con Clara y ella me imagino que también lo hace conmigo. Pero desde hace un par de meses aproximadamente, notaba a mi mujer cambiada. Su actitud seguía siendo correcta y cariñosa conmigo, pero ya no me daba esas caricias espontaneas a las que me tenía acostumbrado y dedicábamos menos tiempo para nosotros. Se apuntó a un gimnasio y empezó a ponerse en forma. Estaba espectacular. Su culo, ya de por si bonito, se había puesto muy duro y respingón y el vientre empezaba a estar definido. Es una autentica belleza, de eso no cabe duda.

Su cambio de actitud me hizo pensar que algo pasaba, pero los hombres no tenemos un sexto sentido para estas cosas, y lo achacaba a estrés laboral o simplemente una mala racha.

Hace una semana me comentó que saldría ese sábado a cenar y a tomar algo después con sus amigas. Lo normal era que salieran los viernes. Llevaban haciéndolo desde que estaba en la facultad y a mí me encantaba que siguiera manteniendo las amistades.

Me extrañé que no cumplieran con la costumbre y se lo hice saber. Ella contestó que saldrían los dos días porque querían ir a un pub nuevo y el ambiente era mejor el sábado. Mientras me comentaba esto se puso colorada y muy nerviosa y entonces fue cuando me preocupé.

Ayer viernes salió con sus amigas a cenar y decidí seguirla para ver con quién iba. Nunca había desconfiado de Clara y espiarla me parecía una especie de traición hacia ella.

A las 9 de la noche me dio un suave beso en los labios y se despidió de mí. Al cerrar la puerta de casa me preparé para seguirla y arranqué el coche conduciéndolo a una distancia que me dejaba seguirla y evitaba que me descubriera.

Aparcó el vehículo y yo lo hice tres coches más atrás. Entró en un restaurante donde ya habíamos estado juntos varias veces. Tenía una gran cristalera que dejaba ver el interior del local. Dentro estaba Clara con sus amigas de universidad. En total eran 5 mujeres y parecía que se disponían a sentarse a cenar.

Yo esperé en frente del restaurante a que terminaran la cena. En esos momentos me pareció que estaba haciendo el ridículo espiando a mi mujer. Era surrealista la imagen, un marido celoso detrás de su mujer y las amigas de esta por toda la ciudad. Aun así, esperé a que salieran y ver a donde se dirigían.

Caminaron juntas, reían y hablaban sin parar. Entraron en un bar de copas y yo esperé fuera de nuevo.

Volví a reprocharme mi actitud. Era de locos lo que hacía. No confiaba en mi mujer, y eso era lo mínimo que podía darle en estos momentos. Así que me marché de allí pensando el ridículo que hubiera hecho si Clara me hubiera descubierto esperando para sorprenderla haciendo algo inapropiado.

Entré en casa, me puse el pijama y encendí la tele para relajarme un poco. Eran las 12.30 de la noche. Estaría un poco en el sofá y me iría a dormir.

Acababa de ponerme cómodo cuando la puerta de la calle se abrió. Clara entró por el pasillo y me saludó.

CLARA- ¿Aún estás despierto?

YO- Me iba a dormir ya. Has venido muy pronto, ¿no?

CLARA- Bueno, si. Es que como mañana también salimos, no nos hemos querido liar mucho. Me ducho y me acuesto que estoy molida.

YO- Espera que yo también me voy a dormir.

Clara se metió en la ducha y yo me acosté esperándola.

En unos 10 minutos salió Clara del baño con su cuerpo enrollado en una toalla. Era un monumento de mujer, y el gimnasio le sentaba de maravilla.

YO- Eres una preciosidad, Clara.

CLARA- Si hombre. Tú lo que quieres es follar. Ven tonto, que te voy a comer.

En ese momento, se quitó la toalla que cubría su cuerpo y sus dos tetas se aparecieron ante mí. Son medianas pero muy bien puestas y con los pezones de color marrón oscuro, que cuando se excita se ponen como piedras.

Se acercó a mi gateando por la cama y me quitó los pantalones y los boxers. Yo, por mi parte, me quité la parte de arriba del pijama y me acomodé para recibir su mamada. Clara cogió mi polla y la sostuvo en su mano para notar como crecía. Mientras hacía esto, bajó la cabeza para lamerme los huevos. Lo hacía con mucha delicadeza y los lametones me ponían muy cachondo.

CLARA- ¡Como me gustan tus huevos! ¡No tienen ni un pelo! ¡Y tu polla me pone a mil!

Poco a poco, fue subiendo la cabeza hasta meterse el glande en la boca. Empezó a jugar con mi polla. Hacía como que se la iba a tragar entera y sólo metía la puntita. Mientras, con las manos, me amasaba los huevos. Era una mezcla de excitación y relajación que me hacía estar en el límite para no correrme.

YO- ¡Para que me corro!

CLARA- Hazlo en mi boca.

YO- No. Antes tienes que disfrutar tú también.

Tumbé a Clara en la cama y le abrí las piernas para admirar su precioso coño. Estaba depilado por completo y tenía los labios escondidos pero el clítoris muy hinchado. Tiene un coño pequeñito pero muy bonito.

Empecé a mojar toda la zona porque sé que eso le encanta y me dediqué a dar lametazos en todo su coño, desde el ano hasta el clítoris. Clara ya se empezaba a mojar, y yo recogía su flujo con la lengua. Su sabor era muy dulce, a mí me encanta comerle el coño a mi mujer. Creo que es lo mejor del sexo, ver como disfruta la otra persona.

Clara estaba a punto de correrse y yo me dirigí a su clítoris para succionarlo suavemente. Cuando empezó a convulsionar, lubriqué un dedo con los jugos del coño y lo acerqué a su ano. Acaricié el agujero y luego le metí una falange dentro. Esa fue la llave que desencadenó todo.

CLARA- ¡Me corroooooooo! ¡Dios, que bien lo haces!

Su orgasmo era fortísimo y yo no paré de succionar ni de meter el dedo en el culo. Notaba como se contraía y dilataba su ano. Por un momento pensaba que me cortaría el dedo.

Aún no le había pasado el orgasmo, y le empezó otro.

CLARA- ¡Otrooooo! ¡No pares, no pares, no pareeeees!

Esté fue aún más fuerte que el primero, pero yo no paraba, y ella tampoco lo quería.

CLARA- ¡Sigue que voy otra vez! ¡Es el tercerooooo! ¡Hay Dios!¡ Me meo, me meo de gustooooo!

Y empezó a chorrear un líquido viscoso parecido al pre seminal de los hombres, pero muy dulce. Yo lo bebí como si fuera miel y entonces paré para que descansara.

Clara se tumbó en la cama jadeando e intentando coger aire de donde fuera.

CLARA- Espera… uf… un… ah… momento y te la chupo. Déjame… uuuuf… respirar un poco.

YO- Tranquila, voy a por agua.

Cuando volví a entrar en el cuarto con el vaso de agua, Clara estaba durmiendo con cara de angelito. Le tapé con la sábana, me puse el pijama y me acosté.

No me había corrido, pero era lo mínimo que podía hacer por mi mujer después de desconfiar de ella. Pensando en las tonterías que había hecho esa noche me quedé dormido.

El sábado transcurrió con normalidad: limpieza general de casa, compra semanal y merienda en un bar cerca de casa.

A las 7 de la tarde Clara empezó a arreglarse para salir esa noche. Cuando apareció por el salón casi me da algo al verla. Llevaba un vestido corto de color negro, un cinturón decorativo rojo, unas medias negras muy elegantes y unos zapatos con un tacón larguísimo de color rojo. Los labios y las uñas de color rojo intenso. El vestido se le ceñía mucho a su cuerpo y parecía que no llevaba ropa interior.

YO- ¡Joder Clara! Estás que te rompes.

CLARA- Bueno, es que es un pub muy exclusivo y no quiero desentonar.

YO- Pues lo vas a hacer. Porque no se van a fijar en nadie más.

CLARA- ¡Que tonto eres! No me esperes despierto, que hoy si que tardaré.

Al decirme esto bajó la cabeza y se puso colorada, pero me dio un tímido beso y salió de casa.

A mi me empezaron otra vez las paranoias. Era la segunda noche que me quedaba en casa y eso me enfadaba un poco. Prácticamente no nos habíamos visto en toda la semana y ni siquiera teníamos una noche para salir a cenar juntos. Yo había aceptado que saliera las dos noches, pero no estaba contento con su decisión de dejarme solo.

Decidí no quedarme en casa otra vez y llamé a mi amigo Juan que es un golfo de cuidado. Es soltero y le gusta mucho la fiesta.

Mi intención era salir a tomar una copa y retirarme pronto, pero Juan me convenció para cenar juntos.

La cena fue muy divertida. Juan no paraba de contarme anécdotas de sus numerosos ligues y yo me moría de risa. Al acabar de cenar fuimos a un pub que conocía Juan, me contó que ahí la música ambiente permitía hablar.

Entramos en el pub y aún no había mucha gente. Nos pedimos dos copas y nos sentamos a charlar. Media hora más tarde dos conocidas de mi amigo se sentaron a hablar con nosotros. Al rato decidimos irnos a otro sitio más movido para bailar, y cuando me levanté vi a Clara con su amiga Marta en la barra del pub.

Me dio alegría encontrarme a mi mujer y me dispuse a ir a saludarla cuando se les acercaron dos moles de gimnasio y se pusieron a hablar con ellas. Se veían muy a gusto con ellos y la fluidez de la conversación me hacía pensar que no se acababan de conocer.

Juan me apremió para irnos y yo le seguí. Pero cuando salimos del local les dije que no me encontraba bien y que me marchaba a casa. Juan me insistió en que no los abandonara, pero les dije que en otra ocasión y los vi alejarse con Juan cogiéndolas de los hombros.

Entré nuevamente en el pub y busqué a Clara. Estaban en el mismo lugar de antes, pero claramente se habían formado dos parejas. Marta estaba con un chico moreno morreándose sin escrúpulos. Parecía el principio de una escena de porno.

Clara hablaba con el otro ciclado. Estaban muy cerca los dos y el chico le cogía de la parte baja de la cintura, rozando el culo.

Mi mujer se dejaba hacer y reía constantemente. Él le hablaba al oído y de vez en cuando, rozaba el cuello de Clara con sus labios.

No me creía lo que estaba viendo. Mi noble mujer ligando descaradamente con otro tío. Pensaba ir y mostrarme frente a Clara para que me explicara que pasaba ahí, pero en ese momento, ambas amigas hablaron. Se dieron dos besos y se fueron con sus parejas por diferentes caminos.

Seguí a Clara y al hombre croissant. Salieron del local y se subieron al coche de mi mujer.

Monté rápidamente en el mío y los seguí. Empecé una persecución por las afueras de la ciudad hasta que el coche se metió en el aparcamiento del motel. Ambos bajaron del coche y se dirigieron a recepción y posteriormente se metieron, cogidos de la mano, en la habitación.

Y ahí me encuentro yo ahora mismo, esperando a que mi diosa salga de follar con un jovencito.

Me han pasado muchas cosas por la mente. Entrar a golpes y liarla, irme a casa, hacer como que no se nada y esperar que sea ella la que me lo cuente, incluso tirarme al rio con el coche y acabar con mi vida.

Llevo más de media hora mirando hacia la puerta de su habitación con la esperanza de que recapacite y salga de allí antes de insultar mi hombría, pero… me voy a marchar. No puedo sufrir más esperando un milagro que no se producirá. Mi mujer me está siendo infiel.

Arranco el coche y me dirijo a algún lugar indeterminado. Al girar una calle veo un bar abierto y paro el coche para entrar. Dentro sólo están el dueño del bar y un par de borrachos bebiendo cervezas. Me pido un gin-tonic y pienso en mi futuro sin Clara. Ahora toca empezar de cero. Como puede cambiar la vida en un momento.

Llevo casi una hora en el bar con la copa sin tocar, no tengo ganas de nada. Miro la hora en mi teléfono. Son la 3 de la madrugada. Seguramente Clara seguirá follando con su amante mientras yo me compadezco de mi mismo.

Pim, pim.

Suena un mensaje en mi móvil.

CLARA- ¿Dónde estás? Ya he llegado a casa y me parece raro que no estés aquí. ¿Te ha pasado algo?

CAPÍTULO 2- CLARA narra su versión

Recién cumplidos los 40, en mi momento de mayor madurez y estabilidad, acabo de cometer un error que me acompañará toda mi vida. Yo Clara López, una mujer responsable y sensata, acabo de engañar a mi marido con un chulito musculado de gimnasio.

Son las 2.45 de la madrugada y conduzco de camino a casa donde mi alma gemela me espera durmiendo sin saber que su mujer acaba de destrozar su corazón y de finiquitar los años más felices de nuestras vidas.

Mi adolescencia fue muy complicada. Con unos padres permanentemente trabajando, me hice a mi misma. Pero al no tener adultos que me vigilaran, empecé a desviar mi camino de la senda tranquila, para adentrarme en las fauces del lobo.

Mis resultados académicos empezaron a caer empicado y repetí curso. Las amistades tampoco me ayudaban a enderezarme, mi grupo de amigos era una mezcla de porreros y busca peleas.

Al poco tiempo de ir con ellos empecé a salir con el más malote del grupo. Era la envidia de mis amigas y de las demás chicas del instituto, y yo era feliz mirando a todas por encima del hombro. Era la reina del instituto y nadie me tosía.

Pronto empezamos a quedar mi novio y yo para follar en casa de sus padres. Los polvos eran muy intensos y duros. No diré que no me gustara el sexo con mi chico, me corría bien a gusto, pero siempre me quedaba con ganas de algo diferente.

Por segundo año consecutivo, repetía curso y este año conocería a una persona que, sin proponérselo, pondría mi vida patas arriba.

El primer día de clase me presenté ante un curso de niños dos años menores que yo. Me acompañaba el hermano de mi novio que iba a esa clase y, uno a uno, me los presentó a todos.

También me presentó a Luis, un chico nuevo al que mi cuñadito conocía del barrio. Como ni él ni yo conocíamos a nadie más, decidimos sentarnos juntos.

Luis me miraba con admiración, lo notaba. Estaba fascinado por mi y mi aparente seguridad.

Esa sensación de dominación me agradaba mucho. Notaba como medía sus palabras para hablar conmigo y como me miraba embobado cuando le contaba mis polvos con mi novio.

Francamente, me sentía muy cómoda con Luis. Era la primera persona que no me juzgaba, que veía más allá de mi fachada. Las conversaciones eran muy animadas y poco a poco empecé a sentir una estima especial por él.

Pero todo se precipitó el día en que mi novio y sus amigos quedaron con otra pandilla para ajustar cuentas. En el polígono de mi barrio se arremolinaron 30 o 40 personas deseosas de atizar al enemigo. Yo no deseaba pelearme con nadie por no sé que motivo, y se lo hice saber a mi chico. Este me empujó haciéndome caer al suelo para después insultarme.

A partir de ese día tuve claro que no quería continuar con esa vida, quería reformarme y ser una mujer autosuficiente.

Empecé por mejorar mis notas, hasta que llegamos a los exámenes finales con muchas esperanzas de sacar el curso con buenas calificaciones. Las últimas semanas varios compañeros quedábamos en casa de alguno de ellos para estudiar. En ese momento mi amistad con Luis era muy grande y algo más había surgido entre nosotros. Así que una tarde, con la excusa de que me acompañara a casa, me decidí a sacar mis sentimientos al exterior y besé a Luis.

Fue una sensación extraña, tenía mucho calor y la parte baja del estómago me daba punzadas leves. Nunca había sentido eso con nadie y me dejé llevar por mi instinto. Quería seguir conociendo a Luis.

Pasaron los años y nunca he dejado de sentir esa sensación. Luis me da paz, me hace sentirme segura y protegida. Con él todo tiene un guion a seguir. Y no es que mi marido sea muy cuadriculado ni estricto. Es espontaneo y cariñoso, pero con él tengo la sensación de que todo va a salir bien. Es mi yang.

Por eso aun no comprendo como me he podido equivocar.

Todo empezó hace tres o cuatro meses. Estaba a punto de cumplir los 40, una edad peligrosa para una mujer. Todavía te sientes joven para vivir muchas aventuras, pero las marcas en tu piel empiezan a advertirte que no eres una niña.

La única manera que tenía de volver a mi adolescencia eran las cenas con mis amigas los viernes. Un ritual desde hace casi 20 años donde cada una exponía sus problemas, y el resto ponía soluciones.

Una noche cenábamos en un restaurante asiático Julia, Sofía, Marta, Paula y yo. Ese día debatíamos sobre el reciente divorcio de Marta. Hacía 4 meses que había mandado a su patético marido a freír espárragos por ludópata y borracho.

ROSA- ¿Qué tal la vida de soltera, Marta?

MARTA- No os quiero dar envidia, pero he follado más veces en 4 meses que en mis 10 años de casada.

YO- ¡Que bruta eres chica! Ya será menos.

MARTA- Que si, que si. Me he apuntado al gimnasio y parece que los hombres huelen el divorcio. No me los quito de encima, ni de debajo. Jajaja.

PAULA- La verdad es que se te ve estupenda y con un tipazo envidiable.

YO- A mi no me vendría mal ponerme en forma, me siento un poco gorda.

MARTA- Pues chica, te apuntas conmigo y verás como te animas rápidamente.

YO-Pues puede que te tome la palabra.

A la semana siguiente ya estaba corriendo en la cinta junto a Marta.

Era verdad eso de que una mujer sudada despierta el instinto copulador de los hombres, porque en poco tiempo ya tenía un gran séquito de musculitos dorándome la píldora.

A mi me gustaba esa atracción que causaba en los hombres y me dejé llevar.

El que más interés ponía en mi era Julio, un culturista de unos 30 años, moreno y con un cuerpo fibroso hasta romperse.

A mí este tipo de hombres no me agrada, pero he de reconocer que tienen su morbo. Julio era el típico hombre más preocupado de su cuerpo que de su mente. Creído hasta decir basta y con una chulería que no tenían ni en los barrios más castizos de Madrid, pero me dejé seducir por el deseo y empecé a fantasear con él y su cuerpo desnudo.

Poco a poco las noches de sexo con Luis fueron reemplazadas en pensamiento por noches de sexo con Julio. Cuando estaba abierta de piernas siendo penetrada por mi marido, era Julio el que percutía con ganas, y eso hacía que mis corridas fueran sublimes.

No es que Luis fuera un mal amante. Al contrario, mi marido me daba lo que quería y cuando quería. Al fin y al cabo, lo había enseñado yo. Pero había una cosa que se le daba increíblemente bien a Luis, y eso era el cunnilingus. Su maestría para restregar su lengua en mi coño era espectacular y me dejaba muy satisfecha.

El tema era que Julio no paraba de seducirme e intentar quedar conmigo y al final lo consiguió. Él y un amigo suyo nos convencieron a Marta y a mí para quedar a cenar sin más compromiso.

Cuando le dije a Luis que quedaría dos noches seguidas con mis amigas no sabía dónde esconderme. Era la primera mentira de una serie de actos que degradarían mi matrimonio. Luis no estaba muy conforme pero no puso mayores problemas en que quedara con ellas.

El viernes antes de la cena con Julio salí con mis amigas y me sentí culpable de dejar a Luis solo en casa durante las dos noches del fin de semana. Era el único momento para estar juntos y no sería posible, así que, después de cenar y tomar una copa en un local cercano al restaurante, me fui a casa con una sensación de traición hacia mi amado.

Al llegar a casa, Luis aún estaba despierto e intenté no hablar mucho con él para no venirme abajo, así que me fui a la ducha para disimular y quitarme el olor a tabaco del pelo. Al salir de la ducha Luis estaba esperándome. Su mirada me derritió y decidí recompensarle mis actos con un buen polvo. Pero la jugada me salió mal y fui yo la que salí satisfecha ya que Luis, sólo con su boca, me sacó tres orgasmos brutales. De esos que te hacen temblar las piernas. Me separé de él para recuperarme y cuando me di cuenta desperté y ya era sábado por la mañana. Me había quedado dormida sin darme cuenta.

El sábado estaba muy nerviosa y excitada al mismo tiempo. Estaba claro lo que pasaría esa noche y, aunque no estaba tranquila, sabía que al final follaría con Julio. Buscaba emociones nuevas, sentirme deseada y que me pegaran una buena follada.

Por la tarde me arreglé para ir a la cena. El vestido elegido era muy ceñido, mi cuerpo estaba más definido y había que sacarle partido. El problema era la ropa interior. Marcaba demasiado y hacía que pareciera una poligonera, así que me quité todo. De todas maneras, no me duraría mucho puesto.

Cuando aparecí frente a Luis este se quedó con la boca abierta. Me gustaba lo que provocaba en él, era un corderito en manos de una loba hambrienta. Por un momento pareció que miraba hacia mis caderas y adivinaba que no llevaba ropa interior, pero, por fortuna, no comentó nada al respecto si no me hubiera derrumbado en ese mismo momento. Me despedí de Luis con un suave beso y con una sensación de ruptura entre él y yo.

La cena transcurrió con la normalidad propia de dos parejas amigas que quedan para disfrutar del sábado noche. La única diferencia era que mi pareja no era la habitual. Julio estuvo pendiente de mí en todo momento, haciendo que me encontrara cómoda en todo momento.

Después de cenar nos dirigimos a un pub a tomar algo y mientras Marta y yo nos acercamos a la barra, Julio y su amigo fueron al baño. Al volver Julio cambió su estrategia y, del noble caballero pendiente de su compañera, pasó a ser un seductor en toda regla. Me hablaba al oído y me agarraba de la cintura. Mi cuerpo empezó a responder a estos acercamientos y, sumado al hecho de que no llevaba bragas, hizo que mi chocho empezara a licuarse. La situación me excitaba sobremanera, hacía mucho tiempo que un hombre diferente de mi marido me tocaba impúdicamente. Era una sensación agridulce, estaba cachonda, pero sintiendo que no estaba haciendo lo correcto. Luis me adoraba, yo a él y tenía claro que le iba a poner los cuernos.

Marta hacía un buen rato que se morreaba sin tapujos con su cita, pero yo no quería exponerme a la mirada de cualquier conocido que pudiera sorprenderme. Prefería ir a algún sitio tranquilo para evitar el riesgo.

YO- Marta, nosotros nos vamos.

MARTA- ¿Lo has pasado bien? ¿Es lo que necesitabas?

YO- Si, la noche ha estado muy bien.

MARTA- Ahora te vas a casa y te follas salvajemente a tú maridito que seguro que te desea más que nadie. Yo me quedo un rato más porque a este me lo pienso tirar. No te preocupes por Julio, él ya sabía que no irías más allá de la cena y un par de copas.

YO- Ya. No te preocupes que lo he hablado con él y me acompaña a casa. Hasta el viernes amor.

Nos despedimos con dos besos, pero lo que no imaginaba mi amiga es que hacía una semana que sabía que me acostaría con Julio esa noche. Marta siempre me animó a contarle a Luis como me sentía y me dijo que la cena sería sólo para que supiera lo que yo tenía en casa.

Salimos del pub y nos fuimos en mi coche a un motel de las afueras. En este momento tenía muchas dudas de lo que iba a hacer, era una decisión muy peligrosa. Mi intención era pasar un buen rato y luego volver a los brazos de mi marido y mi vida ordenada.

Aparcamos en el motel y entramos en la recepción. El recepcionista era un hombre mayor con pinta de guarro. No paraba de mirarme de forma sucia y eso hacía que mi sensación de estar errando creciera.

Entramos en la habitación y Julio cambió radicalmente su actitud. Nada más cerrar la puerta me giró y empezó a besarme bruscamente mientras me metía mano de forma tosca. No estaba acostumbrada a este tratamiento y me sorprendí, por lo que me separé de Julio unos pasos para reflexionar sobre lo que iba a pasar.

JULIO- ¿Qué haces zorra? Tú has venido por un buen rabo y te lo voy a dar. Arrodíllate y cómeme la polla.

Había leído muchos relatos en los que la fémina era tratada como una puta y esta se corría sólo con oír a su macho alfa, pero a mi no me agrado lo más mínimo que ese niñato me tratara así.

Julio me empujó de los hombros hacia abajo y me arrodille frente a él, se abrió los pantalones y se sacó un pene duro, pero no muy grande. Sin duda alguna, la herramienta de Luis era más grande y gorda.

JULIO- ¡Chupa zorra!

Julio me metió la polla en la boca y empezó una follada salvaje que hacía que me dieran arcadas. Casi vomito varias veces y las lágrimas me caían por las mejillas. No podía respirar, esto no era lo que yo buscaba.

JULIO- ¡Traga perra, traga!

Aguanté sus embestidas hasta que se cansó y entonces me quitó la ropa y me tumbó en la cama.

JULIO- ¡Desde luego… eres una puta barata!¡No llevas ni bragas!

Julio se quitó la ropa y se dispuso a penetrarme.

YO- Ponte un condón, por favor.

JULIO- Tienes razón, no sea que me pegues alguna ETS. A saber, con quién has follado.

Las palabras de Julio eran denigrantes, la sensación de error ya era un hecho. Lo único que quería era que pasara todo y volver a mi hogar.

Mi “amante” se puso sobre mí y empujó con su polla para metérmela. Yo no estaba bien lubricada para la penetración, pero a Julio no le importó y empujó fuerte hasta que sus huevos chocaron con mi culo. El dolor fue muy fuerte y me molestaba cada embestida.

Julio apretaba los dientes y empujaba con violencia. Por fortuna para mí, no tardó mucho en correrse.

JULIO- Ya voy perra, me corro. ¡Joder, que polvazo! ¡Puta de mierda, cerdaaaaa!

Se corrió dentro de mi e inmediatamente se tumbó a mi lado resoplando con el condón lleno de semen. Se levantó y se dirigió al baño.

JULIO- Voy a mear preciosa. Cuando vuelva seguimos.

Esa era mi oportunidad para escapar. No pensaba darle otra oportunidad al machito engreído, así que, me vestí rápidamente, y me marché sin hacer ruido.

En este momento, vuelvo a casa rota de dolor físico, por lo sufrido con Julio, y mental pensando en lo que sucederá en casa. No se cómo actuaré cuando me encuentre con mi marido. Imagino que al llegar a casa ya se encontrará durmiendo, por lo que tengo toda la noche para meditar y reunir el valor para afrontar lo sucedido.

La ansiedad que tengo en estos momentos apenas me permite conducir. Consigo aparcar el coche y me dirijo a entrar con el máximo sigilo posible para evitar despertar a Luis. Si se despertara me vería obligada a disimular para que no me descubriera.

Meto la llave en la cerradura y la giro lentamente. Una vuelta de llave y abriré la puerta. No puede ser, necesito dar otra más, señal de que Luis no está en casa.

Entro despacio y me dirijo a nuestra habitación para encontrarme la cama sin deshacer. Luis no está en casa. Aun así, lo llamo por si está en otra habitación. El miedo me supera. Por un momento pienso si Luis me habrá descubierto. Es imposible. Pero ¿y si algún conocido me hubiera visto con Julio? He tenido mucho cuidado de no ir a ningún lugar que solemos frecuentar, pero todo es posible. ¿Y si le ha pasado algo? No. Me hubieran llamado para informarme.

Decido coger el teléfono y mandar un mensaje a mi marido.

YO- ¿Dónde estás? Ya he llegado a casa y me parece raro que no estés aquí. ¿Te ha pasado algo?

CAPÍTULO 3- CLARA

Ha pasado una hora desde que le mandé el mensaje a Luis.

Se que lo ha leído porque el doble check está azul. No contesta a mi mensaje y eso me preocupa. No es posible que sepa lo que he hecho esta noche. Quizás alguien nos haya visto en el restaurante o en la cena, pero he sido muy prudente en mis actos para no levantar sospechas. Estoy desesperada. Ni tan siquiera puedo llorar, no me salen las lágrimas.

Otra opción es que haya pasado algo en su familia. Sus padres son ya mayores y, aunque gozan de buena salud, en cualquier momento puede pasar algo. Pero si hubiera ocurrido algo, ¿no me hubiera llamado para decírmelo? Sí. Esa opción, muy a mi pesar, casi estaba descartada.

Creo que voy a llamar a Marta. Ella no sabía mis intenciones y siempre me dejó bien claro que en casa tenía un buen hombre, que me quiere y me respeta, y no merecía la pena ensuciar nuestro amor por un polvo. ¡Qué razón tenía!

MARTA- ¡Hola, cariño! Has llegado bien a casa, ¿verdad?

YO- Hola Marta. Perdona que te llame a estas horas.

MARTA- No te preocupes, no estaba durmiendo. Estoy descansando del primer asalto con Fabián. No veas que fiera. ¿Para qué me llamas?

YO- Me da mucha vergüenza decirte esto, pero, me he acostado con Julio.

MARTA- ¡No jodas, nena! ¿Pero qué coño has hecho?¡ Te dije que no jugaras, que te quemarías! Desde luego no se que te ha dado.

Por fin lloraba.

YO- No me riñas que ya sé que me he equivocado. El caso es que he llegado a casa y Luis no está. No se si se ha enterado o ha pasado algo, pero no contesta a mi mensaje.

MARTA- ¿Le has llamado?

YO- No. No me atrevo. Me da miedo hablar con él.

MARTA- Llámale y mientras me visto para ir a tu casa.

YO- Gracias Marta.

Me da pánico llamar a Luis y hablar con él. ¿Qué le digo? “Hola Luis. Perdóname, pero he llegado de fiesta y no estabas y me parece raro. ¿Qué he estado follando con otro? ¡Que tonterías dices! Ven a casa que quiero dormir a tu lado mientras se me cierra el coño.” Era una locura, pero tenía que saber dónde estaba.

¿Y si había hecho una locura? Mi marido era una persona sensata y pensaba las cosas antes de actuar, pero en este caso no podía saber cómo procedería.

Llamo a su móvil antes de que sea tarde. Un tono…, dos…, cinco…, siete. No contesta. Vuelvo a intentarlo y no hay respuesta.

Estoy rota tanto moral como físicamente. Ya son casi las 5 de la madrugada y no tengo ni idea de donde está mi marido.

En este instante se oye un ruido en la cerradura de la puerta de entrada a casa.

CAPÍTULO 4 – LUIS sigue contando su versión

Tras leer el mensaje, me derrumbé. No entendía como podía haberme traicionado. Pagué la copa que no había ni tocado, y me dirigí a algún descampado tranquilo con el coche para poder pensar. Al llegar a un polígono, pare el coche y empecé a llorar. Eran lágrimas de impotencia y rabia. Yo creía que nuestra vida era plena y que nos amábamos. Nunca imaginé tal traición.

Cuando me serené un poco, empecé a barajar las opciones que tenía. La que más fuerza tenía era la del divorcio. Sería un divorcio sin mucha historia, ya que lo único que compartíamos era un piso de alquiler, así que, simplemente habría que dividir el dinero de la cuenta bancaria.

Otra posibilidad era darnos un tiempo para reflexionar y saber cuál era el motivo por el que Clara me había engañado. Esta posibilidad podía acabar como la primera si no se aclaraban las cosas.

Y por último estaba la posibilidad de perdonarla e intentar seguir con nuestras vidas. Francamente, esta posibilidad era una locura porque no se si sería capaz de poder olvidar. Tampoco estaba seguro de que Clara quisiera seguir conmigo. Quizás ya no me amaba y por eso hizo lo que hizo.

Estaba sopesando las posibilidades que tenía cuando mi teléfono empezó a sonar. Era Clara la que llamaba.

Yo no sabía que hacer. No estaba preparado para hablar con ella, pero necesitaba desahogarme y llamarle de todo para que supiera que la había descubierto.

El teléfono siguió sonando un rato más hasta que paró.

No era capaz de entender porque quería encontrarme después de su engaño…. A no ser que no hubiera consumado el acto.

No había pasado mucho tiempo desde que los dejé en el motel hasta que me mandó el mensaje diciéndome que estaba en casa. ¿Sería posible que se hubiera arrepentido en el último instante? Era una posibilidad que no había contemplado. Si había reaccionado antes de la infidelidad significaba que aún había algo de amor en ella. Lógicamente el hecho de que se hubiera ido al motel con otro ya era grave, pero si por lo menos no había sido infiel…

Decidí ir a casa para hablar con Clara y saber lo que había ocurrido realmente. Aparqué el coche en el garaje y subí en el ascensor con mil preguntas para mi mujer. Estaba junto a la puerta de casa y las manos me temblaban al meter la llave en la cerradura. Finalmente abrí la puerta con cuidado y al cerrarla vi a Clara con la cara descompuesta apoyada en el marco de la puerta del salón.

CLARA- ¡Luis, estaba preocupada! ¿Dónde estabas? Me he asustado al no encontrarte al llegar a casa.

YO- Mira Clara. Voy a serte sincero, algo que tú no has sido conmigo. He salido con mi amigo Juan a tomar algo y te he visto con otro hombre.

CLARA- ¡No Luis, por Dios! Ha sido un error. Yo te amo mucho. Por favor…

YO- Entonces, no lo niegas.

CLARA- Está claro que me has visto y no creo que seguir mintiéndote ayude en algo.

YO- ¿Has llagado a…? ¿Me has sido infiel?

CLARA (rompiendo a llorar)- Si.

YO- Y ahora q hacemos, ¿nos divorciamos?

CLARA- No, por favor, Luis. No me dejes. Te necesito. He sido una idiota y egoísta.

La situación era ridícula. Mi mujer, la que hacía unas horas acababa de follar con otro hombre, decía que me necesitaba.

YO- ¿Me necesitas, para qué? ¿Para hacerte compañía entre semana y que luego tú te folles a cualquiera?

Clara acusó el golpe de mis duras palabras. No dijo nada, sólo lloraba.

La rabia que tenía dentro me hacía decir cosas que jamás le hubiera dicho a mi mujer.

CLARA- Luis, de verdad. Haré lo que me pidas. Lo que sea.

Diciendo esto, Clara se quitó el vestido.

CLARA- ¡Fóllame! Úsame como quieras. No me importa si, al final, sigues a mi lado.

La imagen de Clara era sobrecogedora. Tenía el cuerpo lleno de rojeces y el coño estaba irritado e inflamado. Esa visión del cuerpo de mi amada no ayudó a suavizar mi ira.

YO- ¡Eso es! Ahora querrás que te haga el amor. Y que te coma el coño y los restos de la corrida de tu amante. ¿Ese es el juego que lleváis? ¿No me has humillado ya bastante?

Clara se tapó su cuerpo con las manos como si se lo mostrara a un desconocido y se marchó llorando a la habitación de matrimonio disculpándose por todo.

Me senté en el sofá del salón y apoyé la cabeza sobre mis manos. Lo pasado esta noche parecía un culebrón venezolano. Yo estaba sobrepasado y no sabía cómo actuar. Estaba claro que había habido infidelidad. Lo que no sabía era si fue la primera vez o ya era cornudo desde hacía tiempo. Tenía que tranquilizarme. Había venido a casa para dejar todo claro y tomar una decisión sabiendo todos los datos. Y es lo que iba a hacer.

Clara apareció 15 minutos más tarde con aspecto de haberse duchado. Llevaba puesto un albornoz rosa atado a la cintura y el pelo húmedo. Se sentó en una silla lejos del sofá y me miraba furtivamente mientras no dejaba de hipar.

YO- Voy a preparar café. ¿Quieres uno?

CLARA- Si, gracias.

Me dirigí a la cocina para preparar café y ganar tiempo para ordenar mis ideas. Clara entró detrás de mí. Parecía un cachorro maltratado que busca amor. Se abrazó a mi espala y suspiro.

CLARA- Te quiero, Luis.

YO- Clara, suéltame. No creo que sea la frase más apropiada en este momento.

Clara se separó de mí y se sentó en una de las sillas de la cocina. Le dejé su café en la mesa y preparé unas tostadas con aceite y tomate para los dos.

Empezamos a desayunar y ninguno de los dos hablaba. Fui yo el que abordó el tema.

YO- ¿Cuántas veces…? Ya sabes, ¿me has sido…?

CLARA- ¡Es la primera vez! ¡Lo juro! ¡La primera y la última!

YO- Mira Clara, no se lo que pretendes. Ahora mismo ni si podré perdonarte, pero, si tengo que intentarlo, necesito que me cuentes porqué.

Clara bajó la mirada a su café y lo removió lentamente como queriendo encontrar las palabras apropiadas. Luego, con una voz muy suave, comenzó a explicarse.

CLARA- He cometido un error. Lo primero es pedirte disculpas. Ahora mismo veo que he sido gilipollas, pero, por desgracia, no puedo volver al pasado. Llevo unos meses descentrada. Me veía vieja y fofa. Necesitaba sentirme mujer, que los hombres me miraran con deseo. Cuando oigo como van los ligues de mi amiga Marta, me da mucha envidia y quería saber lo que era.

YO- Nunca te he dejado de desear. Te lo demuestro a diario.

CLARA- Ya lo se. Pero, además de a ti, yo quería que otros hombres me miraran con deseo. En el gimnasio muchos hombres hablan conmigo e intentan ligar descaradamente. Eso me hace sentirme viva y tonteo con ellos. El tonteo cada vez iba más lejos, hasta que la semana pasada acepté una cita con un compañero del gimnasio. Marta me acompañó con otro chico. Y el resto ya lo sabes. Ahora me arrepiento, pero ayer lo buscaba. Te pido disculpas otra vez. No se lo que piensas hacer, pero, si te sirve de algo, tengo que decirte que no he disfrutado esta noche.

YO- Mira Clara, me da igual si disfrutaste o no. La infidelidad está hecha en acto y en deseo. Si no hubiera sido hoy, lo habrías hecho con otro porque era lo que deseabas. Y además…

En ese momento sonó el timbre de casa. Eran las 7 de la mañana y no era un horario normal para recibir visitas.

Clara y yo nos miramos y mi mujer se levantó.

CLARA- Es Marta, ha venido para saber si estoy bien.

Clara abrió la puerta y un momento después apareció su amiga Marta con la ropa que llevaba en el pub. Se acercó a mi mujer y le dio 2 besos.

MARTA- ¿Cómo estás cariño?

En ese momento volví a enloquecer. Ahora estaba seguro de que Clara me había sido infiel con la colaboración de su amiga divorciada.

YO- Pues ya ves, bien follada y duchada. Ya veo que vienes a que te cuente como le ha ido con su amante.

CLARA- ¡No Luis! Te equivo….

YO- ¡Cállate! Me voy para que habléis tranquilamente de vuestros ligues. Os doy una hora y luego vendré para recoger mis cosas y ya veré que hago.

Me marché dando un portazo sin tener un destino fijado.

CAPÍTULO 5- CLARA sigue contando su versión

 Luis se fue de casa enfadado y furioso. No le culpo, su mundo se le escurría entre los dedos como la arena de la playa. Mi sensación era que nuestro matrimonio había acabado, no veía a Luis capaz de perdonar lo ocurrido.

Lo único que me disgustó de la actitud de mi marido fue la forma de tratar a Marta. Ella no tenía ni idea de mi infidelidad hasta que se la conté por teléfono. No tenía ninguna culpa de mi tropiezo con Julio y me dolía ver que la única persona que en estos momentos se preocupaba por mi, era atacada sin piedad.

Marta me miraba con cara de preocupación y sin entender que había pasado momentos antes.

YO- Nos vio en la cita. Sabe que me fui con Julio a un motel y que follamos.

MARTA- Tranquila. Lo arreglaremos. Pero sigo sin entender por qué te acostaste con Julio. ¿Qué pretendías?

YO- No lo sé Marta y ahora mismo no me apetece seguir hablando de Julio. Mi matrimonio se va a la mierda por mi estupidez.

MARTA- De momento tenemos una hora para pensar que hacer. Piensa en lo que quieres. Tienes que ser lo más importante para ti. No pienses en el daño que le haces a Luis, ese daño ya no se puede borrar. ¿Quieres seguir con él o te quieres divorciar?

En todos estos meses de descontrol emocional nunca me había planteado la posibilidad del divorcio. Yo amaba a mi marido. Era mi media naranja y en ningún caso quería alejarme de él. Mi problema era más de autoestima que de amor hacia Luis. No, definitivamente no quería el divorcio.

YO- Yo…. Quiero a Luis y quiero seguir con él. Lo amaba antes de lo sucedido y ahora lo amo más.

MARTA- De acuerdo. Entonces hay que ver que opciones tienes para recuperar su confianza y, más tarde su amor.

CAPÍTULO 6- LUIS

La cabeza me iba a estallar. Solamente podía pensar en lo sucedido la pasada noche. Intenté conducir lejos de mi casa para poner mis pensamientos en su sitio, pero no fui capaz de poner la llave en el contacto.

Desde mi coche pude ver como Marta salía de mi casa. Esperaba que Clara también saliera para dejarme recoger algunas cosas y poder marcharme a algún sitio, pero, por otro lado, me intrigaba saber como estaba mi mujer. No es que me gustara verla sufrir, pero, la verdad era que mi dolor era menor si veía que ella lo pasaba mal.

Había pasado un poco más de la hora que le di a Clara para pasar a recoger mis cosas y ella no se había marchado de casa así que me dispuse a subir a mi casa y prepararme para un segundo asalto.

Al entrar en casa me sorprendió la música que venía desde el salón. Me dirigí hacia allí y vi a Clara limpiando con ropa muy ligera. Llevaba una camiseta blanca de tirantes ancha sin sujetador. Sus pechos asomaban por los laterales de los huecos de los tirantes. Para rematar el uniforme llevaba un tanga blanco de encaje que empezaba a mojarse y a marcar su depilado coño. Clara estaba canturreando al son de la música y al girarse para saludarme aprecié que los pezones estaban muy duros y la areola trasparentaba a través de la tela.

CLARA- ¿Ya has venido? Estoy haciendo un poco de limpieza para entretenerme.

YO- ¿Y es necesario limpiar así vestida?

Sin yo quererlo, mi polla empezó a crecer. Era inevitable porque Clara estaba espectacular. Siempre ha sido una mujer con un gran cuerpo, pero ahora el gimnasio le había dado una magnífica definición en las piernas, los brazos, la barriga y sobre todo su culo.

CLARA- Si quieres me lo quito. Tú polla ya se alegra de verme.

YO- Mira Clara, no creo que la mejor forma de perdonarte sea coquetear conmigo para follar cuando hace unas horas estabas con otro hombre. Puedes hacerlo mejor.

CLARA- ¿Y qué quieres que haga? Quiero demostrarte que soy tuya para lo que quieras.

Empezaba a ponerme furioso otra vez.

YO- ¿Para lo que quiera? ¿Sabes lo que yo quiero? ¡Fidelidad! Y tú me ofreces un polvo.

Clara se acercó a mí para abrazarme, pero yo no quería hacerlo. Forcejeamos y yo la empujé hacia el sofá, cayendo ella de espaldas.

CLARA- ¡Si, te ofrezco un polvo, follar! Y ni eso me puedes dar.

YO- ¡Serás hija de puta!

Esa acusación me lleno de ira y me abalancé sobre Clara. De un fuerte tirón le arranqué las bragas y le levanté las piernas. Su coño lucio brillante y me dispuse a lamerlo. Clara se retorcía de gusto y cerraba sus piernas atrapándome la cabeza.

CLARA- ¡Si Luis, si!

Clara se corrió fuertemente y al momento se relajó en el sofá. Pero yo no tenía suficiente, así que dirigí mi polla a su chorreante coño y empecé a follarla duramente. Cada embestida era recibida por mi mujer con un grito de placer.

Mientras Clara disfrutaba del polvo como si fuera una victoria, yo apretaba la mandíbula hasta hacerme daño en los dientes de la rabia que tenía en ese momento.

YO- ¿Esto es lo que querías, una buena follada?

CLARA- ¡Estoy en el cielo amor! Fóllame duro. Castiga a tu mujercita por lo que ha hecho.

En ese momento mis huevos empezaron a contraerse y sentí como mi corrida avanzaba por el tronco de mi polla. Saqué mi falo de su coño y me masturbé sobre su cuerpo. Los tres primeros trallazos de semen los apunté hacia su cara y su pelo. El resto, con menos fuerza, fueron a parar a sus tetas.

Clara se restregaba el semen por la cara y las tetas de forma sucia, como si fuera una actriz porno.

La imagen de Clara con el pelo enmarañado, con restos de semen y el maquillaje de la cara corrido, era un poema. La camiseta enrollada en su cuello con las tetas libres y con goterones de mi corrida. En otro momento esa imagen me hubiera parecido muy morbosa pero ahora no hacía otra cosa que revolverme las tripas.

Me levanté del sofá y me dirigí al baño para asearme. Después de limpiarme me fui a la habitación para recoger cuatro prendas de ropa. No sabía a donde iría, seguramente acabaría en casa de mis padres, dos personas mayores a las que tendría que explicarles que mi matrimonio con Clara había acabado.

Ellos la adoraban. Siempre la habían tratado como a una hija y ella los quería mucho.

Clara entró al dormitorio y se extrañó al verme haciendo la maleta.

CLARA- ¿Dónde vas?

YO- ¿Tú qué crees? Supongo que a casa de mis padres.

CLARA- Pensaba que te quedarías para solucionarlo.

YO- Yo no tengo que solucionar nada. Tú lo has roto y tu lo arreglarás.

Clara me miró con los ojos vidriosos y se sentó en la cama hasta que preparé una bolsa de viaje con ropa y productos de higiene. Cerré la bolsa y me encaminé hasta la puerta de la calle.

CLARA- Por favor, Luis no te vayas.

YO- Esto es lo que tú querías. Un polvo salvaje y luego adiós. Pues adiós.

Me marché con la sensación de estar cometiendo un delito. Amaba a Clara, el amor no se borra en un día, pero su traición me quemaba por dentro. Lo mejor sería enfriar el asunto y valorar las cosas con la mente despejada. No había dormido nada en 30 horas y, sumado al estrés de la noche, mi cuerpo estaba agarrotado y con convulsiones. Necesitaba dormir y pensé que si me iba a casa de mis padres tendría que dar unas explicaciones que no tenía ganas de darlas, así que busqué un sitio donde descansar.

Sin pretender meter el dedo en la llaga, acabé aparcando en el motel donde empezó mi calvario particular. Alquilé una habitación y me tumbé sobre un colchón que habría pasado épocas mejores, pero el sueño me venció nada más tocar las sábanas.

CAPÍTULO 7- CLARA

Luis se marchó de casa dejando un silencio que asustaba. Muchas veces había dormido en casa sin mi marido, pero ahora el dormitorio lo sentía más frio, ya no era un hogar.

Tumbada en la cama recordé la pasada noche. La cita con Julio y su forma de jugar conmigo. El polvo del motel frio y rudo, rozando la violación. Todo estaba como nublado. Es curioso como nuestra mente intenta olvidar recuerdos dolorosos.

Sin embargo, recordaba perfectamente como, con la mediación de Marta, había planeado seducir a Luis para poder ganármelo en la cama. Sabía que Luis no me perdonaría por follar con él, por muy bueno que fuera el polvo, pero al menos esperaba que se quedara en casa y así tener la oportunidad de llegar de nuevo a él.

Comparaba ambos polvos. Los dos violentos, los dos rápidos, pero con una gran diferencia de calidad. Mientras con Julio sólo pude cerrar los ojos y esperar a que se corriera, con Luis no paré de sentir placer y gozar de cada arremetida que me daba.

Recordando como pasaba su lengua con fuerza sobre mi clítoris me empecé a tocar nuevamente. Mientras hacía memoria de como su aliento golpeaba en mis labios vaginales, mis dedos ya entraban con fuerza en mi hoy destrozado coño. Con mi mano libre retorcía mi pezón derecho con tanta fuerza que llegaba a dolerme.

Pensaba en las penetraciones duras y secas de mi esposo. En su cara de odio hacia mi, mientras yo me aproximaba de nuevo al nirvana. Y mi coño chorreaba flujo hasta caer por mi agujero trasero.

Me sentía puta, me sentía una zorra sin escrúpulos. Había follado con otro hombre y como castigo mi marido me había destrozado el coño a pollazos y, para culminar la noche, se corrió como nunca dejándome la cara y el pelo como si fuera la puta más barata de la ciudad.

En ese momento se liberó en mí una descarga eléctrica que nunca había sentido y comencé a correrme gritando como si estuviera poseída.

Había sido increíble la liberación que sentí. Mi cuerpo por fin se relajó y caí en un sueño profundo.