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Me adelantó mi cumpleaños parte 1

Una chica invita a su amigo a pasar un fin de semana en su casa, coincidiendo con el cumpleaños de él. Pero ella se ausenta por motivos de trabajo, dejándole un sugerente regalo en la cama de una de las habitaciones.

Eran las ocho de la mañana de un viernes de verano cuando puse mi cansado cuerpo y mi ligera mochila sobre el asfalto caliente de la estación de autobuses. Miré el cielo y no presagiaba nada bueno. Llegábamos con casi cincuenta minutos de retraso a la estación. Después de viajar toda la noche en un atestado autocar estaba para el arrastre y sólo deseaba dormir en una cama unas cuantas horas.

Busqué con la mirada a mi amiga Renne entre las personas que esperaban en el andén, pero no la encontré. Subí a la planta superior y por fin la vi. Renne es de mi edad, 25 años, pelo negro y largo, ojos marrones y un cuerpo lleno de curvas que cualquiera desearía tener con él. Hacía mucho tiempo que no la veía y estaba guapísima. Teníamos un largo fin de semana por delante hasta el lunes al mediodía que cogía un avión para continuar mi viaje.

Casualidades de la vida hacía unas dos semanas que me había recibido un email de ella para preguntarme cómo estaba y qué hacía en vacaciones. Le contesté diciéndole que me iba de viaje con unos amigos y que mi avión salía de su ciudad. Al día siguiente recibí una llamada suya invitándome a pasar el fin de semana antes de irme por su casa y ponernos al día. Quedamos que pasaría por su casa ese fin de semana si ella no tenía mucho trabajo para recordar viejos tiempos.

Después de saludarnos con un largo abrazo, me ayudó a arrastrar mi mochila hasta la cafetería de la estación y pedimos algo para desayunar. Cuando el camarero nos traía las consumiciones sonó el teléfono de Renne. Se disculpó y salió un rato fuera de la ruidosa cafetería para poder hablar sin gritar por el teléfono. Cuando volvió su cara no estaba tan alegre.

Era mi ayudante. No ha podido solucionar un marrón muy fuerte con uno de nuestros clientes y tengo que ir yo a solucionarlo. Me dijo con cara algo triste. Da igual. Me voy a dormir un rato y cuando vuelvas ya estará fresco para que me enseñes la ciudad. Le contesté yo. No es tan sencillo. La empresa no está en la ciudad tengo que coger un tren en media hora y no creo que vuelva hasta el domingo por la mañana o incluso en lunes. Lo siento mucho, pero me juego el puesto. Tranquila lo entiendo -le contesté- No te preocupes ya quedaremos otra vez cuando vuelva de vacaciones. Aunque me dejas tirado en esta ciudad durante todo el fin de semana, le añadí con una sonrisa en los labios. Perdona, pero no puedo hacer nada. Tranquila lo entiendo. Y deja de mirarme con esa cara de cordero a punto de ser degollado. Ya buscaré un hotel y visitaré la ciudad que no la conozco. Solo eso sí, pero … – le dije todavía con la sonrisa en los labios. Ni hablar. Eso sí que no. Me contestó con una cara de pocos amigos. Te vas a dormir este fin de semana a mi casa o no te vuelvo hablar en mi vida.

Se la veía tan enfadada y yo estaba bastante cansado que no tenía ganas de discutir y accedí. Pedimos la cuenta y nos fuimos a buscar su coche. Cuando llegamos sacó de su bolso una pluma y su agenda de la cual sacó su tarjeta de visita y escribió algo detrás. Me la dio con las llaves de su casa.

Aquí tienes las llaves y él número de la alarma del piso. No te olvides de desconectarla si no tendremos problemas. Hay comida y bebida en casa así que no tendrás que comprar nada. ¿Que no vienes? Pregunté incrédulo. Te vas así sin equipaje. No exactamente. Como buena chica precavida- me dijo poniendo una cara de ángel sonriendo- llevo una pequeña bolsa en el coche. Lo imprescindible pero suficiente Ahora prométeme que iras a mi casa e intentaras pasártelo lo mejor posible este fin de semana Palabra de escolta- dije yo levantando la mano derecha y extendiendo dos dedos y riendo No te pases que tu nunca fuiste escolta – me contestó riendo.

Me indicó dónde estaba la parada de taxis, me dio dos besos subió al coche y se fue dejándome tirado en esta ciudad y más solo que la una. Para colmo comenzaban a caer gotas cuando cogí un taxi y me dirigí a casa de Renne.

Me dije a mí mismo: Qué fin de semana más aburrido me espera, aunque no lo sería tanto.

Cuando llegué a casa de Renne estaba lloviendo a cántaros. Pagué al taxista y salí corriendo hacia el portal para mojarme lo mínimo posible. Abrí la puerta y subí hasta el tercero, donde vivía Renne. En el edificio sólo había seis buzones así que no eran muchos vecinos. Abrí la puerta del tercero, desconecté la alarma y me adentré en un amplio recibidor decorado con algunos espejos y un solo mueble. Al final, enganchado con celo, y tapando mi cabeza en la imagen que me devolvía el espejo había un sobre blanco y grande. Me acerqué y estaba cerrado. Con la letra de la Renne, una letra pulcra y redondeada ponía: «PARA PEDRO. LÉELO ANTES DE HACER OTRA COSA». Lo cogí y continué para adelante de la casa pensando que si no sabía que tenía que irse era raro que me dejase un sobre para mí. Entré en el salón y observé unas escaleras que subían hacia arriba. El piso era un dúplex y además podía ver una gran terraza desde donde estaba.

Me puse cómodo en un sillón, cogí un abrecartas que había sobre la mesita y abrí el intrigante sobre. Dentro había una nota y diversos sobres más pequeños y numerados.

La nota decía así:

«FELIZ CUMPLEAÑOS PEDRO. Ya, ya sé que todavía no lo es, pero como no estarás aquí cuando lo sea he decidido adelantarte mi regalo. Además, me harás un favor a mí y a una buena amiga.

Ahora, antes de continuar, me deberías prometer que cumplirás las instrucciones de estos sobres al pie de la letra. Recuerdo que tu palabra solía ser una de tus grandes virtudes y con ella me conformo. Una vez lo hayas hecho puedes abrir el primer sobre.

FELIZ CUMPLEAÑOS. BUEN FIN DE SEMANA. RENNE»

Creo que Renne me había engañado y no tenía ningún problema en el trabajo, pero cada vez estaba más intrigado. Se lo prometí en mi cabeza y con un interés redoblado abrí el primer sobre.

Este primer sobre contenía una nota muy breve que decía así:

» Ahora puedo enseñarte tu regalo. Pero la primera premisa es que por ahora no lo puedes tocar sólo MIRAR. Tu regalo está en el piso de arriba en la última puerta de la derecha antes de salir a la terraza. Sube, míralo y después puedes abrir el segundo sobre.»

Tranquilamente dejo la carta sobre la mesita auxiliar, me levanto y subo las escaleras en dirección a la puerta indicada. La abro muy despacio y echo un vistazo. Estoy como un tonto, con la boca abierta y sin poder decir nada de la preciosa vista que tengo.

Sobre la cama de espaldas a la puerta y por tanto a mí estaba una ninfa semidesnuda. A unos escasos dos metros de mí, dándome la espalda. Como ya he dicho estaba de tumbada sobre una cama de matrimonio con sabanas azules. Pies pequeños y piernas largas y morenas juntas y medio dobladas, envueltas por unas medias blancas sujetas por unas ligas de cama también blancos. Mi vista se detuvo unos instantes en estas fabulosas piernas, sin dejar de mirarlas. Subí la vista hasta un culo apretado envuelto por una tanga blanca que apenas tapaba nada y dejaba ver esas nalgas preciosas que deseaba en ese momento tocar, besar, lamer… Seguí subiendo con la mirada sobre una espalda tapada por unas picardías también blanco que dejaba ver media espalda. Sobre el cuello largo y moreno observé una cadena de plata de eslabones un poco grandes. Su pelo era de color caoba, corto y algo rizado. También observo dos tiras negras alrededor de la cabeza, una de las cuales tenía una hebilla plateada. Miro un poco más arriba buscando el final de los brazos y…

Está esposada a la cabecera de la cama. Mi vista se queda fija sobre los reflejos de metal que salen de las esposas. Sin saber qué hacer me quedo como un voyeur mirando esta chica. De pronto vuelvo a la realidad con mi polla totalmente tiesa y deseando salir de esos pantalones que tanto le aprietan. Estoy totalmente excitado y sólo quiero follar con la chica que tengo delante.

Poco a poco, y movido por un deseo irresistible me acerco a la cama sin hacer ruido sobre la alfombra que tapa el suelo hasta que choco con ella dándome un buen golpe y soltando un joder. El ruido la ha despertado y de pronto se gira dejándome ver las partes que todavía no había observado.

Sus ojos están tapados por una de las vendas negras que vi detraes de su cabeza lo que le impide ver quién hay en la habitación y qué estoy haciendo. Tampoco puede hablar ya en su boca tiene una bola roja impidiéndole decir nada y dejando salir sonidos inteligibles como los que salen ahora de ella. En la cadena que lleva al cuello no cuelga ninguna placa ni nada por el estilo. La cadena también emite destellos plateados. Supongo que es debido a la saliva que tiene alrededor del cuello que ha caído de su boca al tener la bola en ella. La saliva continúa hacia sus pechos cubiertos sólo por las picardías blanco. Parecen morenos y del tamaño perfecto para su cuerpo. Ni grandes ni pequeños, suficiente para cuando ponga mis manos sobre ellos los abarque todos. Como estoy deseando hacer y se puede observar en mi polla.

Su vientre es plano, sin ninguna grasa acumulada y pienso que seguro va al gimnasio bastante habitualmente. De pronto sus muslos me llaman mucho la atención. Más concretamente un gran lazo rojo centrado en medio de su tanga blanca que tapa su monte de Venus. Encima de este y bordado también en letras rojas aparece la palabra «FELICIDADES».

¿Mi regalo de cumpleaños? Me había olvidado totalmente de que hacía allí y lo que tenía que haber en esa habitación. Mi pene no puede más y la tienda de campaña es totalmente visible desde el exterior. Han parado los sonidos inteligibles y parece que me está mirando fijamente a los ojos. ¿Seguro que la venda le impide ver algo? Me aparto un poco y la observo ahí tan indefensa y sin poder ver, decir ni escapar de allí. Desde que me dejó mi novia hace casi seis meses no he follado mucho, la verdad es que sólo dos veces y de eso hacía más de dos meses. Mis instintos, o más bien, mi pene quiere salir y penetrar ese coño que se intuye bajo ese tanga. Pero gana otra vez más mi cerebro y mi promesa realizada a la Renne. Poco a poco y sin dejar de mirarla me dirijo hacia la puerta, saliendo y cerrándola poco a poco mientras suelto un profundo aahhhh…

¿Qué es esto? ¿Por qué esta esa preciosidad atada a la cama? ¿Qué ha tramado Renne? Todas esas preguntas y algunas más me vienen a la cabeza, sin poder quitar de ella la imagen que tengo en ella de persona que hay detrás de esa puerta cerrada. Bajo rápidamente al salón a buscar la segunda carta y conocer algo más. La abro con una excitación que hacía tiempo no sentía y comienzo a leer.

» Si has cumplido con las instrucciones no sabes quién es la chica que hay sobre la cama, y mucho menos qué hace ahí. Su nombre es LAIA. Es una de mis amigas más íntimas. Tiene un par de años menos que nosotros, es decir 23, pero estarás de acuerdo conmigo, aunque debería preguntárselo a tu polla, es una preciosidad.

La historia comienza hace apenas dos meses en mi casa. Habíamos bebido demasiado unas amigas, entre las que estaba Laia, ya que habían dejado a una de nosotras y decidimos olvidar las penas. Además, comenzamos a jugar al póker y como tengo televisión por satélite pusimos una película. Cambiamos muchas veces y descubrimos un canal porno alemán y lo dejamos. Jugamos y bebíamos con los sonidos de la película de fondo, lo que consiguió excitarnos. La película trataba de dominación y se nos ocurrió para acabar la partida ya que era bastante tarde hacer una apuesta total. Las cinco nos comprometíamos a ser durante 15 días, en un periodo de un año, las esclavas sexuales de la ganadora. En esos días teníamos que hacer todo lo que ella quisiera dentro de unos límites, que encontraras en el sobre número 4. Eso incluía tener sexo con extraños si la ganadora quería. Esos 15 días no tenían por qué ser consecutivos ni todas juntas. Todas aceptamos después de pactar los límites. Firmamos un papel con los límites y para que no pudiésemos decir nada también lo filmamos. La apuesta como habrás adivinado la gané yo.

Dos días después nos reunimos todas y confirmamos lo escrito. Serían mis esclavas durante un mes. No sabía qué hacer y después de pensarlo mucho me acordé de tu cumpleaños. Decidí darte un regalo que no olvidarías. Me puse en contacto contigo y lo organicé todo.

A las siete llegó Laia a mi casa para cumplir con la apuesta. Estaba preciosa, pero la hice desnudarse y le puse la venda en los ojos. La vestí para regalo, le puse la mordaza y la até a la cama. En el sobre 3 están las llaves de las esposas. No las pierdas.

Antes de amordazarla le dije que tendría sexo con alguien y que durante todo el fin sé semana ese alguien, un amigo, sería como yo, su dueño, amo, y que debía cumplir con todo lo que él quisiera. Aceptó de nuevo.

Después me fui a buscarte y lo siguiente ya lo sabes. Laia espera una llamada muy importante a las cinco de la tarde. Déjale que conteste, atada o como a ti te parezca mejor. Sus cosas y su móvil están en mi habitación. También te he dejado algunos juguetes en la cómoda de la habitación donde está ella y sobre mi cama.

Te llamaré más tarde, FELIZ CUMPLEAÑOS Y PÓRTATE BIEN CON LAIA»

Ya sabía qué pasaba. Renne. No podía ser otra. Cogí el tercer sobre, lo abro y encuentro las llaves que dejó sobre la mesita. En el cuarto hay dos folios con cosas que puedo hacer y cosas que no. Está firmado al final por cinco personas. Mi amiga Renne y cuatro más.

Decido que voy a disfrutar del regalo y subo de nuevo al piso de arriba.

Abro de nuevo la puerta de la habitación y me dirijo a la ventana sin dejar de mirarla. Hace calor, pero con la lluvia ha refrescado un poco y decido subir la persiana para que entre un poco más de luz y así poder observar a Laia con todo detenimiento. Después de unos segundos me acerco a la cama y le toco el hombro derecho. Se vuelve de inmediato. Sentí cómo su cuerpo se erizaba cuando le puse mi mano sobre su hombro.

Aproximé mi boca a su oído:

Tranquilízate. Mi nombre es Pedro y soy un amigo de Renne. Me ha explicado vuestra apuesta y me ha dicho que durante todo este fin de semana eres mi regalo de cumpleaños y tengo que reconocer que es el mejor regalo que he recibido nunca. Relájate, no te haré daño, y lo intentaremos pasar lo mejor posible. Recuerdos de Renne y te recuerda que te comprometiste a cumplir la apuesta.

Comienza a retorcerse intentando escapar y protestar. Intenta soltar sus brazos, aunque sabe que no es posible. Las esposas están acolchadas por dentro para impedir que se haga daño, pero no se puede soltar. No deja de moverse y de agitar las piernas dando patadas al vacío, ya que al estar cerca de la cabeza no me puede dar. Me aparto un poco de la cama y la vuelvo a observar. Es hermosa y esta indefensa. Noté mi polla otra vez dura como una roca, pero tenía todo el tiempo del mundo y ya había decido qué iba hacer. Sigue protestando, aunque la mordaza le impide gritar, además de hacer que babee sobre su cara y pechos. Sólo consigue escapar de su boca saliva y sonidos inteligibles.

Abro el primer cajón de la cómoda y de él extraigo un cinturón de tela que hay en él. Me acerco con cuidado cuando ha dejado de patalear un poco y con un movimiento rápido, aunque me he llevado dos patadas le ato los tobillos juntos. Ahora no puede patalear y todavía está más indefensa.

Deslizo mi palma abierta hasta su cuello y lo acaricio con delicadeza. Tomo su barbilla y giro su cara hasta ponerla plana sobre la almohada. Le beso los ojos cubiertos por la venda y dirijo mis atenciones a su oreja derecha que comienzo a lamer con cuidado. En un momento le muerdo esta. Paro unos segundos y le beso la frente. Hasta este momento mis manos han estado aguantando su cabeza por si decide apartarla. No ha hecho ningún movimiento raro y mis manos cambian de posición. Comienzan a acariciar con las puntas de los dedos su cuerpo tapado por el ligero picardías blanco. Son roces que casi no llegan a caricias, evitando en todo momento tocar sus pechos.

Sus protestas cada vez han ido disminuyendo de volumen hasta que se ha callado. Su cuerpo también ha dejado de moverse esperando acontecimientos que ella no puede controlar. Mis manos mientras tanto han comenzado un lento descenso por los costados hasta sus caderas. Comienzan a bajar por las piernas musculosas hasta que tocan las ligas de cama que sujetan las medias blancas. Mis labios bajan a besar y lamer los muslos que rodean estas y después comienzo a bajarlos, llevándose con ellos las medias que sujetaban. Sus piernas tensas y bronceadas van apareciendo poco a poco.

Relájate estas muy tensa. Voy a desatarte los tobillos, pero no intentes nada. No me gusta que me den patadas.

Ella alza la cabeza un poco y afirma con la cabeza. Desato el cinturón dejando libres otra vez sus tobillos. Poco a poco termino de quitarle las medias. Le beso con cuidado sus pies, pasando de dedo a dedo. Cuando termino con los diez y de improviso le vuelvo a atar los tobillos, pero dejando libre unos 25 cm para que pueda moverlos un poco. Ella comienza a moverse de nuevo.

Para. Grito. Se detiene. – O paras o te dejo así atada todo el fin de semana.

Pasados unos pocos minutos y como no se mueve las yemas de mis dedos remontan las piernas. Esta vez todavía más lentamente y recorriéndolas todas haciendo espirales muy abiertas mientras suben. En las rodillas y sobre todo detrás de ellas mis manos se detienen durante unos minutos. La giro un poco para poder besar la parte posterior de ellas y retorno el movimiento ascendente. Cuando mis manos tocan los bordes de la tanga de detienen y comienzan a acariciar sus muslos y nalgas evitando todo contacto con su monte de Venus. Paro de acariciarla unos segundos y me levanto un poco. De pronto un solo dedo recorre el lazo rojo de su tanga. Es una caricia superficial. No quiero tocar esa parte todavía. Una vez he recorrido el lazo de ida y vuelta, sube un poco más arriba y comienza a recorrer las letras bordadas. Como están más arriba esta vez las yemas marcan más su movimiento. Felicidades se le marcan levemente sobre su cuerpo.

Pongo las dos palmas abiertas sobre su estómago todavía tapado por las picardías y están van acariciando su cuerpo sobre la tela. Encuentran un pequeño lazo de tela que cierra las picardías y con los dientes consigo desatarlo. Subiendo un poco desato el segundo y retiro parte de la tela tocando ya con mis palmas su estómago liso. Las palmas suben pellizcando levemente hasta tocar el inicio de sus pechos donde se detienen haciendo círculos. Por fin desato el tercer lazo con los dientes intentando no tocar con mi cara sus pechos, aunque no lo consigo del todo, no la toco demasiado. Todavía con los dientes cogí un trozo de tela y la aparto dejando al descubierto su pecho derecho.

Como había supuesto eran exactamente del tamaño ideal para su cuerpo. No eran exageradamente grandes ni demasiado pequeños. Y no eran operados. Sus pezones eran grandes, comparados con sus pechos y de un marrón oscuro. No se observaban diferencias de color entre ellos y el resto del cuerpo así que tomaba el sol sin la parte superior del bikini o desnuda del todo. Lo sabría un poco más tarde. Cogí suavemente el otro trozo de tela con los dedos y dejé al descubierto el otro pecho. Acerqué mi boca al pezón izquierdo y soplé sobre él, observando cómo se erguía poco a poco. Mis dedos comenzaron a recorrer el perfil exterior del pecho derecho jugando con él. Poco a poco fueron recorriendo este subiendo mientras dibujaban largas elipses hasta llegar a tocar la aureola. Acerco mis labios a éste y comienzo a besarlo y chuparlo sintiendo cómo crece en mi boca. Aspiro todo el pezón hacia arriba y al final lo muerdo. Un bocado dulce no muy fuerte pero capaz de hacerle levantar el torso y agitarse en sus ataduras. Después realizo el mismo movimiento en el pezón izquierdo. Noto cómo su corazón en este momento está desbocado. Está excitándose, aunque no era lo que ella quería. No lo puede evitar y eso me encanta. Tampoco sabe qué tengo pensado hacer más tarde.

Tienes el cuello lleno de saliva así que si me prometes que no dirás absolutamente nada te quitaré la mordaza.

Levanta delicadamente la cabeza y hace de nuevo movimientos afirmativos. Los dedos de mi mano derecha recorren sus pechos mientras la mano izquierda comienza un lento descenso hacia el ombligo. Lo toco durante un poquísimo rato y de pronto se posa mi mano abierta sobre su sexo. Noto un poco húmeda la tanga. Debido al sudor que sale de ella o son sus fluidos más íntimos. Le pellizco los pezones y las dos manos suben hacia su cara tocando el cuero que sujeta la bola que la amordaza. Le beso la frente, y me retiro sin sacarle la mordaza.

Te la quitare cuando vuelva. Ahora me voy a duchar y después vuelvo a terminar el trabajo. No te vayas a ninguna parte.

No le gusta mi propuesta. Se nota ya que comienza a retorcerse e intentar escapar de sus ataduras. No puede y pronto se da por vencida. No te preocupes si eres buena te haré pasar un buen rato, le digo antes de marcharme

Me separo de la cama y salgo de la habitación echando un último vistazo a la cama y sin cerrar la puerta. Tengo la polla como una piedra, pero en el autocar hacía calor y me apetece una ducha rápida. Además, mi regalo no va a ir a ninguna parte de eso estoy seguro cuando echo un vistazo a la mesita donde están los sobres y las llaves de las esposas que la sujetan a la cama.

(Continuará)