¿Qué hará ahora Laia?
La voz de Laia me saco de mi ensimismamiento, en el cual había caído en cuanto salió de la habitación.
-«Ya he terminado con mis llamadas y vuelvo a estar por ti de nuevo. Quieres una copa de vino. Antes de que digas nada te aviso que la mordaza está aquí al lado y que no te quiero oír.»
Bajo esa amenaza, respondo que si con la cabeza y poco después Laia se sienta a mi lado y poniéndome otra almohada bajo la cabeza me da un poco de vino frío.
-«No pienses que ato a los hombres a mi cama, pero después de lo de esta mañana, esto es una ocasión especial y no podía dejar de hacerlo.»
Diciéndome eso cambia de postura sentándose a horcajadas sobre mí estómago. Poco a poco comienza a besarme toda la cara mientras su cadera se movía bajando hacia mi sexo que volvía a estar duro otra vez, aunque nunca ha bajado del todo. Mientras tanto yo intento levantar mi cara buscando sus labios, pero ella no me deja que la bese y evita todo contacto de nuestros labios.
-«Creo que ya es hora de quitarte la ropa. Molesta un poco. Espero que no tengas mucho aprecio a esa camiseta porque no te voy a desatar y la única forma de quitártela es cortarla.»
Su cuerpo se separa del mío y poco después unas tijeras van cortando mi camiseta justo por el pecho, dejando mi pecho velludo al descubierto. Luego esas tijeras cortan las mangas. Un tirón después, mi camiseta deja de estar sobre mi cuerpo quedando en su mano y seguro que directamente al suelo. Deja las tijeras encima de mí estómago y sus manos empiezan a recorrer mi pecho ahora desnudo. Deja caer su cuerpo sobre el mío, sintiendo como sus pechos, cubiertos por una tela, aunque tan excitados que no importa, me rozan descaradamente.
-«Creo que para estar igualados me quitare la camiseta. Como no me puedes ver te diré que llevaba la camiseta de antes. Además, me molesta un poco en los pezones, que como has podido observar están bastante duros.»
Levanta su cuerpo del mío y poco después este vuelve a bajar. Ahora noto como no hay ninguna ropa entre su cuerpo y el mío. Al menos en la parte superior de los cuerpos.
-«Vuelvo enseguida. No te muevas.»
Unos segundos después, que para mí son siglos, oigo como vuelve a entrar en la habitación, la cual había abandonado, y sin decir nada estira las gomas de mis slips y me los baja dejando mi polla al descubierto.
-«Perfecto. Pero para lo que estoy pensando necesito inmovilizarte del todo. Así que voy a atarte las piernas. Anda ayúdame y abre más las piernas.»
Estoy demasiado excitado para negarme, además quiero saber hasta donde llega su imaginación. Abro más las piernas y dejo que Laia me las ate a las patas de la cama.
No pasa nada durante un rato, y de pronto noto como las manos de Laia, ahora mucho más resbaladizas, rozan mis piernas. Poco después alguna especie de líquido un poco consistente cae sobre mis piernas. Luego vuelven las manos de Laia y empiezan a extender este líquido, ¿Aceite? Podría ser, dándome un masaje desde las puntas de los pies hasta la cintura, evitando para mi sufrimiento, mi polla. De vez en cuando, no son sus manos las que tocan mis piernas sino sus pechos.
Cuando acaba con mis piernas lo siguiente son mis brazos y dedos donde se entretiene bastante chapándome cada uno de ellos. Por último, mi pecho, donde se recrea sobre mis pezones. Después de este masaje estoy en la gloria, pero mi polla que todavía no ha tocado sigue excitada.
De repente se separa de mí, y otra eternidad después, noto como sus labios se juntan de nuevo sobre los míos.
-«Te has portado muy bien hasta ahora. No has abierto la boca, pero creo que a partir de ahora no serás tan bueno. Así que …»
Un dedo resbala sobre mis labios, el cual yo intento chupar, pero Laia no me deja. Lo intento varias veces y por último me doy por vencido. Si ella no quiere no puedo hacer nada. Soy todo suyo, por ahora.
-«Mira como me he puesto. Me he tenido que quitar el tanga. Creo que ha sido culpa tuya y por tanto es tú deber limpiar el estropicio.»
Su dedo se retira de mi boca, aunque solo para ser reemplazado por su otra mano que esta vez deja que chupe, lama e incluso muerda. Esta mano está llena sus jugos y eso todavía me pone más caliente si puede ser. Además, el pequeño murmullo de aprobación que puedo oír de sus labios me ayuda más.
Su otra mano ahora empieza a frotar descuidadamente mis pelotas y polla. En cuanto retira su mano de mi boca, ahora toda limpia de jugos, gracias a mi lengua; noto una tela reemplazándola. ¿Su tanga?, me viene a la cabeza.
Durante este tiempo, ha seguido acariciando mi polla. En cuanto su tanga cae sobre mi boca, sus manos son reemplazadas por algo más placentero para mí: su lengua y labios. Su lengua está dándome pequeños, rápidos y constantes lametazos alrededor de mi pene sin llegar a tocar el prepucio ahora ya todo rojo. Tampoco se olvida de mis pelotas que lame y chupa metiéndoselas dentro de su boca. Y vuelta a empezar hacia arriba. Sube y baja, repitiendo este movimiento un par de veces, pero sin tocar mi capullo. A la cuarta vez o quinta, he perdido la cuenta, cuando sube no para cerca del capullo, sino que esta vez si que esta parte recibe sus atenciones como un helado en verano. Lametazos rápidos, para que no se deshaga; pero intensos para poder saborear algo de helado.
Poco a poco es esta parte la que va recibiendo todas las atenciones hasta que solo se dedica esto. Ahora va tragándose lentamente cada vez más pene teniendo cuidado de no atragantarse y usando su lengua para darme más placer. Después de todo el tiempo que he estado pensando en que me iba hacer y en el posible castigo, juntado con tantas atenciones; estoy a punto de correrme y no puedo evitarlo. Laia también lo siente en los movimientos de mi polla y en vez de separar sus labios de esta todavía traga más adentro. Es lo último. No puedo aguantar más, ni tampoco quiero. Me corro en su boca. Mi semen va directamente a su garganta y cuando Laia ha tragado separa su boca y sigue lamiendo el resto terminando de limpiar los restos.
-«Ahhhh……» sale de mi boca, amortiguado, aunque no demasiado, al morder su tanga.
-«Bueno, como adivine no te has podido estar de gritar. No, no.»
De nuevo se sienta a horcajadas sobre mí, pero esta vez con coño justo encima de mi pene ahora flácido, mientras me besa juntando nuestras lenguas. Al rato ya no eran sus labios los que besaba sino uno de sus excitados pezones. Ahora lamía, besaba y mordía todo el contorno y el propio pezón, notando como todavía crecía un poco más. En cuanto acabe con uno, el otro le sustituyo. Luego fui variando de uno a otro, no por decisión propia sino a gusto de Laia que iba intercambiando uno con otro cuando quería. Podía oír sus gemidos y quejidos saliendo de su boca, y mezclado con sus movimientos del cuerpo al cambiar de un pezón al otro me volvieron a excitar de nuevo.
-«Vuelves a estar en forma, que rápido. Pero no sé si mi coño esta lo suficiente excitado como ahora están mis pezones. Vamos a comprobarlo.»
Y con unos pocos y rápidos movimientos Laia se gira sobre mí y sube sus caderas hasta que estas quedan directamente encima de mi boca. En esta posición y haciendo un esfuerzo consigo levantar mi cara, con todo lo que puedo de mi lengua fuera, buscando su sexo, el cual solo alcanza a rozar. En cuanto Laia siente mi lengua rozar su cuerpo, desciende un poco su cuerpo para que prosiga. Y eso hago. Ahora mi lengua vuelve a enterrarse en su coño como hizo esta mañana, pero esta vez, en vez de ser mis dedos los que van separando sus labios para que pueda enterrarla, son los suyos.
Mi lengua sabe ya donde buscar y la dirijo directamente a su clítoris, sin apenas preámbulos. Una serie de SIS salen de los labios de Laia en cuanto llega a su destino. Ahora mi lengua ha encontrado su objetivo inmediato y no para de lamer y chupar esta parte de su cuerpo, como hice con sus pezones hace un rato. Hasta que un largo y profundo alarido me hace parar. Su orgasmo es poderoso y mi cara se va llenando de sus jugos que ahora me dedico a recoger de su cuerpo. En cuanto su orgasmo disminuye y he recogido gran parte de los flujos, Laia se vuelve a mover girando otra vez cara a mí, pero esta vez con su coño justo encima de mi polla.
Sin apenas espera y guiando su cuerpo ella misma introduce mi pene en su cuerpo hasta que siente como mis cojones pegan con sus muslos. Su coño estaba tan lubricado que es solo un tiempo infimito.
-«Ni se te ocurra moverte un pelo. Yo misma llevare el ritmo» me grita.
Echa hacia atrás su espalda y su cadera empiezan a subir y bajar alrededor de mi pene. Es un ritmo bastante lento que poco a poco ella va aumentando hasta que es frenético.
-«Ohhh, no puedo más…»
Echa su cuerpo sobre el mío y arañándome un poco mientras su movimiento sigue, tiene otro nuevo orgasmo quedando exhausta sobre mí. Después de una eternidad, en la cual mi polla como no me he corrido sigue dura en su sexo, Laia me besa y me dice al oído.
-«Estoy demasiado cansada. Estos últimos orgasmos me han quitado las fuerzas. Si quieres correrte tendrás que hacer tu un esfuerzo, pero no pienso moverme.»
No espero más indicaciones y todavía con el cuerpo de Laia tirando encima del mío, empiezo a moverme buscando mi orgasmo. Unos pocos movimientos y me corro. Nos quedamos así un rato, besándonos mientras vamos recobrando de nuevo las fuerzas y nuestras respiraciones se van acompasando a un ritmo normal. Voy cayendo en un sueño profundo, cansado y sin moverme. Todavía sigo atado en la misma posición.
Un rato después, vuelvo abrir los ojos. Estoy tumbado de costado y no noto a Laia a mi lado. Intento moverme y esta vez si lo consigo. No hay nada que me retenga los movimientos. Ni esposas ni lazos. Me levanto y desnudo cruzo el pasillo y voy directo a la ducha a terminar de despertarme. Regreso a mi habitación y me visto de nuevo. Entonces me dirijo al piso inferior, del cual se oye él ultimo de Joaquín Sabina.
En cuanto termino de bajar las escaleras veo a Laia que esta tumbada en el sillón. Ella también me ve y sonriéndome me dice:
-«Ya te has despertado Son casi las ocho. Pensaba que tendría que subir a despertarte. ¿Tenemos algún plan para esta noche?»
-«No. Todavía no. Pero lo pensare al mismo tiempo que decido tu castigo por desobediencia. Mientras lo decido, ¿tienes alguna cosa otra cosa para descargar tus culpas, ESCLAVA LAIA?
-«Me reafirmo en lo que dije antes. A partir de ahora seguiré tus ordenes PEDRO. Perdón AMO. Espero su castigo como y cuando desee.»
-«¿Cenamos fuera o nos quedamos en casa?»
Laia me ha dado mucho placer, pero debe ser castigada. Mucho o poco. ¿Qué instrumentos compraré?. Bueno eso ya lo pensaré para darles a ustedes como lectores una nueva experiencia.