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Halloween

En la fiesta de Halloween de hace unas semanas

Les quiero contar como me cogió un diablo muy audaz em una fiesta de disfraces por motivo de Halloween y mi esposo ni cuenta se dio a la que hace apenas unos días mi amiga me invitó. A mí me encantó la idea porque puedo a mis 52 años vestirme sexy sin que nadie me vea mal, y aunque muchas veces salgo a la calle con minifaldas igual que muchas señoras de mi edad, las jovencitas nos consideran atrevidas y nos consideran quita novios, como si ellas no son capaces de retener a su hombre. je je je.

La fiesta la habían organizado entre ella de 54 y su hija de 22, así que en ella habría tanto jóvenes como gente más mayor.

Para la ocasión escogí un disfraz de conejita, que consistía en unas medias negras de red con liga al muslo, un body negro con corset de media copa y una diadema con orejas de conejo. Realmente abajo ya no me puse nada y solo dejé que casi casi se me viera el culo. Cuando mi esposo me miró, solo silbó y me dijo que me veía yo demasiado sexual y sentí su mirada excitada cuando me dijo que así los hombres me iban a comer viva pues se me veía el culo y casi el coño. A mi esposo siempre le ha gustado que aun a mi edad use minifaldas muy cortitas y me apoya a que yo las use, incluso soy de grandes tetas y también le gusta que use escotes muy amplios con playeras más ajustadas y bras de menor talla para que parezca que mis tetas explotaran hacia afuera, no lo pongo en duda que le gusta exhibirme, tal vez para que el se sienta aún más hombre pues ya rebasa los 60.

No les voy a mentir, ya por la menopausia subí de peso y ya me veo gordita por eso me costó trabajo meterme en él, pero me encantó como se veía. El corset se pegaba a mi como una segunda piel, marcando la cintura. Las medias y el body resaltaron mis caderas y las piernas. Me veía y me sentía muy sexy.

Solo me maquillé con colores profundos, pero mis labios muy muy rojos, me puse perfume, tacones y tomé mi gabardina.

Me gusta como me veo, pero tampoco voy andar dando espectáculo en la calle, pues nuestros amigos vivían a un par de calles y decidimos irnos caminando.

Lo malo es que mi esposo recibió una llamada familiar y se iba a tardar en terminarla, lo bueno es que me dijo que me adelantara y aun con un viento que ya empezaba a ser frio aquí en la Ciudad de México no estaba muy lejos. En el camino aun con mi gabardina que me cubría medio muslo, un auto se detuvo para decirme que si me iba con ellos a una fiesta de Halloween, solo les dije que yo iba a otra y les di las gracias y seguí mi camino, no es la primera vez que me tratan de ligar en la calle o en otro lugar, pues aún a mi edad no me quitan la mirada los hombres, sigo siendo guapa y me gusta eso.

Llegué a la fiesta ya estaba en pleno apogeo. Encontré a mi amiga rellenando las charolas de botanas.

—¡Chiquis! ¿Dónde andabas? Te esperaba desde hace una hora.

—Todo esto —dije señalando mi cuerpo—.  Lleva su tiempo, además para colmo Carlos recibió una llamada y se tardaba, por lo que decidí venirme sola y que mi esposo me alcance.

—Perra! Pero te perdono, pero solo porque te ves cogible.

Puse los ojos en blanco y le ayudé a rellenar las provisiones. Después tomé un vaso de vodka con jugo de arándano y nos fuimos a la pista de baile. Había varios vampiros, piratas, fantasmas, brujas y otros disfraces que no alcanzó a ver, todos aun con las diferencias de edades entre jóvenes y mayores bailando o fajándose en cualquier rincón disponible.

Empecé yo solita a mover las caderas al ritmo de “the weekend” en medio de la sala. Levantando los brazos con mi trago. Me dejé arrastrar por la música en medio de todo el alboroto de la fiesta. Alcance a ver ese hombre lobo que entraba y no podía ser nada más ni menos que mi marido pero aun así seguí moviéndome a la mitad de la sala.

Hasta que sentí una presencia detrás de mí. Pensé que era mi marido así que ignorándolo seguí bailando.

—Te vi desde el otro lado de la habitación, te mueves muy rico mami—. Dijo una voz masculina, lamiéndome la piel justo al lado de la oreja.

Pero qué diablos, no era la voz de mi marido.

Me aleje de él, pero me retuvo de la cintura jalándome hacia su cuerpo. Me giré para tenerlo cara a cara y darle su merecido al muy patán.

Me encontré con un tipo alto, ancho de espaldas, no muy mamado, pero sí robusto. Traía vaqueros desgastados, con una cola de diablo enredada en su cintura, playera roja y un par de cuernos pegados a los lados de su frente.

La verdad es que ese muchacho como de unos 26 años no estaba nada mal, pero la forma en que me abordó no me agradó.

—¿Quién diablos te crees? No te pases de cabrón, eh.

—Si lo pides a gritos mami, ahora no te hagas la que no.

—No sé de que hablas. Y te advierto que mi marido esta por acá en algún lado.

De manera repentina me tomó de la base de la nuca y llevó mis labios a su boca. Su beso era brusco, animal.

Me retorcí, pero solo logré que se apretara más, mientras que su puño se cerraba y jalaba mi cuero cabelludo. Su lengua invadió mi boca poseyéndola. Tal vez porque ya tenía mi segunda copa o por el deseo y morbo que yo sentía mordí su labio hasta que probé el óxido de su sangre.

El beso se detuvo.

—Así me gusta más, rudo—. Curveo sus labios en una sonrisa ladina. Ese gesto lo volvió más apuesto y terrorífico si es posible.

Me sacó de la improvisada pista, hacia el pasillo distribuidor de la casa.

Y volvió al ataque, sus labios violentos me tomaron, sus dientes me devolvieron la mordida. Sentí como se ponía duro.

—Mira como me pones.

—No creo que ese sea mi problema, quítate—. Lo empujé del pecho, de verdad no sabía si lo deseaba o no y me daba miedo que mi marido nos estuviera observado pero el jovenzuelo no se movió ni un centímetro.

—Yo creo que sí —coloco mi mano en su bragueta y la verdad estaba bien dotado. Recuerdo que mis dedos traicioneros se cerraron en torno al bulto, dándome una probada de su longitud, una que se notaba grande. sentí como mi clítoris palpitó. Como adivinando mi deseo me arrimó su verga a la mano y el ahueco de mi entrepierna.

—También lo deseas, puedo sentir lo caliente que está tu pepita—. Sus sucias palabras, contra todo pronóstico, me ponían cachonda. — Enséñame tus chichis.

Tomó el borde de mi corset y lo bajó bruscamente, haciendo que se me vieran los pezones.

—No mames, wey—. Le di un manotazo— Aquí no, hay mucha gente que me conoce incluso esta mi esposo por ahí.

Y sin demorarnos mucho entramos a la habitación más cercana. Cerró la puerta. Y atacó mi boca de nuevo. Esta vez le devolví el beso, enredando mi lengua con la suya, mientras sus manos manoseaban la circunferencia de mis nalgas y su erección clavándose en mi bajo vientre.

Mi cuerpo automáticamente comenzó a buscar fricción para aliviar un poco mi chochito.

—Así, zorrita. Restriégate en mi verga—. Luego sentí una fuerte nalgada.

Se me escapó un gemido. Joder, podría ser un psicópata y yo sobándome contra él como una perra en celo.

Termino de poner mis tetas al aire, dándole palmadas a mis pezones.

—Aaaahhh —Salió sin querer de mis labios.

Su boca me chupo los pezones, mamando como un bebé hambriento. Los dedos de mis pies se retorcieron de lo rico que se sentía sus chupadas.

Sin previo aviso me puso de rodillas y se sacó la verga, poniéndomela en la boca.

—Mama — ordenó, casi gruñendo.

La tomé con mi mano y me la metí.  Comencé dándole lengüetazos en la cabeza. Jalando su piel hacia abajo. Su falo era una cosa deliciosa, grande, grueso y un poco curvo.

Succioné el pitó, llenándolo de baba y calor. El demonio me tomó del cabello, obligándome a tragármelo hasta la garganta, duro, sin piedad. Las arcadas que me daban no lo detuvieron hasta sentir su salado esperma vaciándose en mi boca.

Me levanto empujándome a la cama, agarro mis piernas y las jalo hasta la orilla del colchón, las abrió. Por su desesperación y sin querer rasgo mis medias aun cuando no le estorbaban para abrir el broche inferior del body.

Se arrodilló directamente a mi sexo. Lo olfateó y le dio una laminada desde el centro hasta el clítoris.

Mi cuerpo se estremeció de placer. Moví mis caderas para acercarlas más a su boca.

Es cuando comenzó a succionarme, su lengua jugaba con mis labios vaginales, sus labios con mi clítoris. Podía sentir como mi pushita goteaba de humedad.

Los cuernos en su frente rozaban la piel sensible de mi pubis, dándome escalofríos.

Hundí mis dedos en su cabello, jalándoselo.

—Más—. Jadeé, él respondió arremetiendo contra mí, introdujo dos dedos en mi vagina a la vez que chupaba mi clítoris. El placer recorrió mi cuerpo haciéndome venir con un fuerte estremecimiento.

Mi respiración se volvió agitada y él calor se subió a mis mejillas.

Se paró, terminándose de quitar los vaqueros y la playera. No sin antes quitarse la cola de demonio.

Me jalo de nuevo, esta vez hacia arriba. Tomó la cola y la enredó en mis muñecas, agarrándome a la cabecera.

Su verga semi erecta colgaba de su mano, la cual empezó a moverla sobre sí mismo. Masturbándose frente a mi. Ver crecer de nuevo esa gruesa verga fue una de las imágenes más eróticas que he presenciado.

—¿La quieres?

—Si, pero no sin condón.

—Vengo preparado, siempre en estas fiestas hay mujeres maduras como tu, muy calientes dispuestas a recibir una buena verga como la mía — dándome una nalgada sacó un condón que tenía escondido en alguna parte y s Eolo puso.

Me tomó de los tobillos y me dio la vuelta quedando boca a abajo. Mis brazos se resistieron un poco.

—Arriba ese culo — dándome una nalgada.

Me arrodillé como pude. Otra nalgada.

—Solo el culo. Agacha la cabeza.

Obedecí. A estas alturas del partido la lujuria había nublado mi mente.

Sus dedos tocaron mi raja húmeda, la retiró con una leve palmada en mi clítoris que sentí hasta el último cabello de mi cabeza.

Sentí como la punta de su verga se introducía en mí, hasta que la dejó resbalar entera.

—Ahh, no mames. Que rico.— Dije.

—Eres toda una putita, por eso me encantan las Milf como tu, sobre todo cuando están casadas porque así son más calientes y más putas.

Y comenzó con las estocadas, rudas, fuertes …no muy rápidas. Sentí como me dilataba el canal, como estiraba mi vagina y sus huevos golpeaban mi punto más dulce.

Nuestros gemidos eran acompañados con el choque de las carnes. Era tan lascivo, tan erótico. Que me vine por segunda vez esta noche.

Se salió de mí y me volvió a dar la vuelta. Mis muñecas ardieron por la fricción de la tela.

Colocó mis tobillos sobre sus hombros y de una sola estocada me penetró. Grité, por la intrusión repentina. Pero inmediatamente una ola de placer me recorrió.

Las embestidas, hacían golpear la cabecera con la pared. Menos mal, que la música de la fiesta era fuerte,  sino todo mundo hubiera sido testigo.

—Me encanta cómo rebotan tus tetas—. Jadeo. Mientras las tomaba y ejercía presión sobre ellas.

Moví las caderas para encontrarlo a medio camino de la penetrada. Su miembro estaba bastante hinchado, una verga muy gruesa, como me gustan pues por mis partos naturales quede abierta y solo me llenan las vergas gruesas, por suerte para mi la de mi marido también es gruesa.

— Eso es perrita. Ordéñame. 

Me cogió fuerte hasta que ya no pudo más y se salió de mí, bombeándose la verga con la mano. Un sonido gutural salió de su garganta cuando el orgasmo lo alcanzó. Su falo lanzó chorros de leche sobre mi corset y mis pechos.

Sus dedos recogieron el semen y me lo llevo a los labios.

—Abre la boca— Dijo, aún con la respiración agitada.

Chupe sus dedos, hasta la última gota.

—Más tarde dale un beso a tu marido así probara también el, mi leche que deje en ti— Dijo, ya más tranquilo.

Cuando mi mente se despejó un poco de la lujuria, vi que ya no traía un cuerno y que mi disfraz ahora estaba arruinado. Pero valió la pena el sacrificio.

Fue una de las mejores cogidas que he tenido. O será que como mi esposo ya no lo hacía conmigo tanto como cuando jóvenes y no lo había hecho durante un tiempo lo sentí rico. Sea como fuere.

Salimos de la habitación por separado, me vio mi marido y se acercó

—¿En dónde estabas?, te he buscado por todas partes— Dijo,

No le dije nada solo yo le di mi lengua en su boca, que sienta el sabor del semen de esa grandiosa cogida que recibí, le di la mano y nos pusimos a bailar. No se si el saboreo con mi beso toda esa rica leche, pero misión cumplida, le di el beso como me lo pidió ese joven que miré al otro extremo de la sala detrás de otra Milf como yo.

… Feliz noche de brujas.

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