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Me tiré a dos compañeros de mi empresa estando casada

Hola, mi nombre es Selena, tengo 46 años, estoy casada desde hace 26 y trabajo en una empresa como administradora y he escrito este relato para contar algo que me ocurrió hace algunos días y que me dejó un recuerdo imborrable.

Físicamente, diré que soy más bien alta, peso 55 kg, pelo rubio, tengo bastante pecho, el culo bien puesto y los muslos bien formados; todavía a mí edad dicen que parezco más joven, debiendo admitir que en más de una ocasión he sido víctima de piropos de todo tipo, tanto por parte de jóvenes como por hombres de mediana edad, además, en alguna ocasión he visto como me han repasado descaradamente con la mirada de arriba a abajo, cosa que a mí me molestaba y avergonzaba cuando paseaba junto a mí marido, pero que a él, lejos de enfadarse, dice que se siente orgulloso de llevarme a su lado, ya que no todos los hombres tienen la suerte de ir acompañados de una guapa y atractiva mujer.

En el terreno sentimental me encuentro muy bien con mi pareja, nos queremos, nos respetamos y nos entendemos bastante bien en la cama, aunque, desde hace algún tiempo, mi marido me venía insistiendo con una extraña propuesta, decía que le excitaba la fantasía de imaginarme seducida y entregada a otro hombre que no fuese él, es decir, con algún amigo, con algún compañero, incluso con desconocidos, y me planteaba situaciones morbosas y extrañas, inimaginables para mí, a lo que yo siempre me he negado rotundamente a seguirle el juego, ya que además de que no se imaginarme ninguna situación con nadie que no sea él, va en contra de los principios morales que tengo yo del matrimonio, aunque él me insistía, diciéndome que le explicase cosas, momentos, deseos íntimos que me produjeran morbo el pensar en ello, que tuviera confianza en él y que no me avergonzase por esto, que con eso disfrutaría sin hacer mal a nadie y que no tratase de confundir las fantasías con el amor, pero tras varias veces de intentarlo, me sentía ridícula y no me producía la más mínima excitación.

Además de trabajar y de las labores del hogar, dos días por semana voy a una academia donde imparten clases de francés y a la que asisten entre otras personas dos chicos de poco más de 20 años llamados Carlos y Marcos; desde hace algún tiempo venía observando que cada vez que entraba en clase me miraban y luego hacían algún comentario entre ellos acerca de mí. Al principio la situación me resultaba algo incómoda y violenta al sentirme observada y procuraba pasar desapercibida, pero debo reconocer que pasadas unas semanas y no se si fue por las continuas miradas que me lanzaban aquellos jóvenes unidas a la insistencia de mí marido con aquellos temas sobre seducciones, situaciones morbosas, flirteos, etc., comenzó a picarme la curiosidad y con ánimo de recoger momentos y situaciones para luego comentar a mí marido, comenzó a despertarse dentro de mí la coquetería que toda mujer lleva dentro cambiando mí actitud ante aquellos chicos, respondiendo a sus miradas con una picarona sonrisa, reuniéndome con ellos durante los descansos y a vestirme incluso de forma más provocadora , atrevida y juvenil para asistir a clase, con pantalones ajustados, camisetas ceñidas que resaltaban el tamaño de mi pecho o con cortas faldas con las que mostraba gran parte de mis piernas, incluso alguna vez olvidé ponerme sujetador, cosa que no tardaban mucho tiempo en adivinar; empezaba a gustarme el hecho de atraer y gustar a otros hombres además de mí marido, ya que como mujer y más a mi edad necesitaba confirmar que todavía me sentía joven y atractiva, pero sin ninguna otra intención hasta ahora por parte mía, ya que además, mi marido no sabía nada del tema.

Una vez finalizado el primer trimestre y con motivo de celebrar las vacaciones de navidad se acordó el ir a cenar a una pizzería de la ciudad. Para la ocasión me vestí con una camisa blanca un poco transparente, una falda de licra gris bastante corta y ceñida, unos pantys oscuros con una apertura central, unos elegantes zapatos negros con algo de tacón y un pequeño sujetador negro, tipo wonderbra, que me juntaba las tetas y me las levantaba y como no las tengo pequeñas, la cuestión es que así estaba rompedora. Cuando llegué al restaurante casi todos los compañeros ocupaban sus asientos, pero al final de la mesa vi como Carlos me llamaba para indicarme que me había guardado un sitio a su izquierda y frente a Marcos. Durante la cena todos estuvimos comentando anécdotas del curso, ocupaciones, aficiones, etc., en un ambiente distendido y desenfadado a la vez que mis dos compañeros se mostraban muy amables y caballerosos hacia mí, me llenaban continuamente la copa con vino y notaba como me miraban de una manera especial, pero fue poco antes de los postres cuando noté como por debajo del mantel la rodilla de Víctor rozaba la mía; al principio creí que no se había dado cuenta y la aparté discretamente pero volvió a insistir a la vez que Marcos tocó con su pie el mío bajo la mesa. Estaba nerviosa y no podía evitarlo. Con asombro comprobé que el muy descarado se había descalzado. Su dedo gordo comenzó a tocarme despacio, desde mis pies hasta la rodilla, luego bajaba de nuevo, así una y otra vez, pero cuando intentó subir más arriba, cerré las rodillas. Con toda la cara, al notarlo, él presionó.

No sé si fue el morbo de sentirme acariciada bajo la mesa, el hecho de que nadie se enteraba de nada o la imposibilidad de montar un número cambiándome de asiento, lo que hizo que muy despacio separase las rodillas. El iba despacio, rozándome los muslos hasta que llegó a mi entrepierna y tocó con aquel dedo la tela de mis bragas; la impresión fue tremenda. Lo más morboso de todo aquel sobeo tan íntimo y directo que me estaban dando es que aquellos dos chicos seguían hablando como si nada. Ahora yo estaba tan abierta de piernas como la falda lo permitía y en menos de un minuto mi coño empezó a humedecerse, no me atrevía a mirar a ninguno de los dos, pero sentía tanto gusto con todo aquello que abría y cerraba las piernas muy despacio. Así, durante los postres, me estuvo tocando aquel sinvergüenza, aunque, a decir verdad, yo también era una descarada ya que no hice nada para apartarme, sino que continué espatarrada.

Aprovechando que llegaba el camarero con la cuenta y mis compañeros decidían a donde iríamos después de cenar, me disculpé, me levanté y me fui al servicio. Me metí en uno de los lavabos, pasé el pestillo y levantándome la falda hasta la cintura, me bajé las bragas. Mi mano fue directa a mí coño, estaba gordo y muy mojado, procuré tranquilizarme, me limpié con un papel, me arreglé la ropa, me refresqué las manos y salí de nuevo.

Al dirigirme hacia la mesa vi no quedaba nadie y que mis compañeros y la profesora abandonaban el local, mientras que Carlos y Marcos me esperaban en la barra.

– Hemos acordado en ir al cine a ver una película en versión original, por lo del idioma ya sabes y luego ir a una discoteca, si es que todavía estamos animados; los demás han marchado ya hacia allí, pero nos hemos quedado para acompañarte, dijo Carlos.

Me pareció bien, así que cogimos el coche y marchamos hacia allí. Carlos conducía, Marcos se sentó a su lado y yo me senté en la parte posterior del vehículo ya que me encontraba algo aturdida, no sé si por el vino o por el sofoco. Tardaríamos un poco en llegar al recinto, ya que se encontraba a las afueras de la ciudad y aproveché el trayecto para cerrar los ojos e intentar tranquilizarme de la bochornosa situación en la que me encontré.

Transcurridos unos minutos noté como el coche entraba en un camino sin asfaltar pensando que llegábamos a la zona de aparcamientos del recinto, pero al mirar por la ventanilla vi que no nos encontrábamos allí sino en un descampado sin iluminación a las afueras de la ciudad. Todo aquello era muy sospechoso y yo me encontraba algo nerviosa dada la situación y no tardé en comprobar que todo había sido un montaje premeditado en el que yo me encontraba inmersa.

– Dónde me habéis traído? ¿no habíais quedado con los demás?

– Ha habido… un pequeño cambio de planes.

– ¿Cambio de planes…?

– Sí, ahora te lo explicaremos con más tranquilidad.

Tanto Carlos como Marcos salieron del coche y abriendo cada uno una puerta pasaron a la parte posterior del vehículo donde me encontraba yo.

– Mira, …que te parece si continuamos con lo de antes…

– Lo de antes…? …que queréis decir…?

– Vamos…, no te hagas ahora la estrecha que lo sabes muy bien…

– Creo que ha habido un malentendido…, dije con voz temblona y asustada.

– Un malentendido…?, pues mejor será lo aclaremos cuanto antes porque llevas unas cuantas semanas calentándonos la polla sabes…

Ambos se acercaron hacia mí y sin darme opción, comenzaron a besarme por las mejillas, por las orejas y finalmente por el cuello y a acariciarme suavemente por encima de la ropa. Marcos no tardó en aprovechar la oscuridad de aquel solitario lugar para colocar su mano sobre mí muslo, iniciando una lenta y suave caricia hacia arriba mientras Víctor me separaba suavemente la otra pierna haciéndome lo mismo. Intenté convencerles para que lo dejasen, pero estaban demasiado excitados como para venirse a razones y es que la situación no era para menos. Cerré mis ojos mientras me dejaba acariciar por aquel par de chicos que me habían calentado tanto durante la cena. Cuando quise darme cuenta me encontraba ya con la camisa desabrochada y abierta, quedando a la vista un minúsculo sujetador negro del que asomaban la mayor parte de mis pechos y la falda remangada hasta más de la mitad, mostrando casi la totalidad de mis muslos.

– Joder…, como viene vestida nuestra amiguita esta noche….

– Por favor…, dejadme…, esto es una locura…, vosotros sois muy jóvenes…, yo soy una mujer casada…

– ¿Casada?…, ya sabe tú marido el modelito que te ponías esta noche para salir a cenar con los amigos?…

– No…, no lo sabe…, por favor…, será mejor que lo dejemos…, si se enterase mí marido…, él…, él…

– El no se va a enterar de nada de lo que pase esta noche, al menos por nuestra parte y por la tuya creo que tampoco te interesa, así que no te preocupes y relájate…

– Yo…, yo no debería…, yo…, yo…

– Tú…?, tú lo único que quieres ahora es que te den una buena polla…verdad?

Durante unos segundos dudé, y luego cerrando los ojos asentí con la cabeza e instintivamente mis manos fueron resbalando sobre los muslos de aquellos jóvenes, y una vez allí no tardé en encontrar unos enormes y alargados bultos que palpitaban bajo la cremallera de cada uno de los pantalones.

No podía creerme lo que estaba haciendo, me encontraba con la falda remangada hasta las ingles y con mis tetas casi al aire en la parte posterior de un coche dejándome acariciar y con el deseo de ver y amasar la polla a aquellos dos perversos jóvenes a los que prácticamente ni conocía; así que sin perder un instante más, bajé la cremallera a uno, luego desabroché los botones del tejano al otro y me apresuré en sacar y ver cómo eran en realidad aquellas dos pollas que, debo reconocer que en más de una ocasión me había querido imaginar como serían y que debido al amor hacia mí marido me reprimía estos sucios pensamientos pero ahora las tenía en mis manos a mí entera disposición; Víctor la tenía muy gorda y carnosa, aunque algo flácida todavía, mientras que Marcos la tenía más larga, dura y muy mojada ambas buenísimas y con unos gordos testículos en la base. Mientras tanto, ellos tampoco perdieron el tiempo en acabar de remangarme la pequeña falda uno y pegando un pequeño tirón del sujetador hacia abajo dejando mis tetas al aire el otro.

– Joder, que buena que está…

– …vosotros tampoco estáis…nada mal, dije mientras alternaba las miradas a cada uno de los miembros de aquellos muchachos; era la primera vez que veía y tocaba una polla distinta a la de mi marido y debía contenerme para no apretar en exceso aquellas dos pollas mojadas que resbalaban de mis manos.

– …y que par de tetas…, dijo el otro mientras contemplaba el espectáculo.

– …seguro que tu marido no te hecha un buen polvo desde hace tiempo, pero esta noche te vamos a dar ración doble de polla, no te merece menos…

Marcos me separó las piernas y comenzó por apartar mí braga con dos dedos y con gran maestría comenzó a darme una suave caricia en mí clítoris cosa que hizo que lanzase un pequeño suspiro y quedase mi boca entreabierta, lo que aprovechó para pegar sus labios a los míos y entregarme su lengua que acogí con sumo gusto mientras que Víctor comenzó a acariciarme suavemente los pechos haciendo que mis pezones reaccionaran y se pusieran duros y gordos como garbanzos mientras me decía al oído:

– Ya sabe tu marido lo puta y calientapollas que eres cuando vienes a clase…?

– Qué diría si viese a su mujercita dejándose meter mano en un coche por dos tíos como una zorra…?

Aquellas palabras, al contrario de lo que hubiese podido pensar semanas atrás, en vez de ofenderme, me excitaron aún más, haciendo que acelerase el ritmo de la paja que les estaba propinando, entonces Marcos comenzó a introducir dos de sus dedos en mí encharcado y abierto coño, iniciando una follada con su mano mientras simultáneamente con la otra estimulaba mi clítoris, dándome placer por todas partes; me tenían muy caliente y sólo pude abrir la boca para decirles:

– Sois unos cabrones…!!, me estáis matando de gusto…!!, me tenéis muy mojada…!!, metedme vuestras pollas y folladme de una vez, como sigáis así me voy a correeer !!..aahhh…!!

Así, espatarrada, dejándome sobar y chupar los pezones por uno, metiéndome mano en el coño el otro y una polla en cada mano me corrí por primera vez sin poderlo evitar, retorciéndome de gusto como una tonta veinteañera. La situación no era para menos, pero me encontraba muy excitada y no podía parar.

Me giré entonces hacia Víctor, vi su gorda y mojada polla, y sin pensármelo dos veces me amorré comenzándola a engullir con auténtico desenfreno, me apetecía metérmela en la boca y lamerla, chuparla a fondo, no sé si era por el morbo de tener una polla tan enorme a mí disposición, o por el hecho de encontrarme en aquel lugar, dejándome meter mano por aquellos dos jóvenes y sin que mi marido se enterase de nada, el caso es que yo acabé derrotada ante tal situación, entregándome al placer, al sexo!!. Mientras, con el culo ofrecido a Marcos, éste no tardó en darme lo que tanto necesitaba; puso su polla a la entrada de mí mojado coño y empujando suavemente la metió hasta el fondo, provocando que yo lanzase un quejido de placer, después comenzó a follarme suavemente, luego aceleró, entrándola y sacándola al completo, acompañando al ritmo de la mamada que le estaba propinando a Carlos:

– Ah…, que bien la chupas…, que gusto…, como sigas así me voy a correr…, ah…si…, ¡¡tómala toda…!

Carlos descargó toda su leche dentro de mí, fue como una explosión que acabó por llenarme toda la boca y mientras yo me apresuraba en sorber y tragar todo aquello, Marcos comenzó a bombear acelerando y profundizando aquel mete y saca tan bueno que me estaba dando:

– Yo también me corro ya…!, Toma…ah…!

– ¡Sí, sigue… que yo también me voy ya…ah…!

Y así, con el chapoteo de mí coño con la polla de Marcos entrando y saliendo de él y con la polla de Víctor en mí boca nos corrimos los tres. Me incorporé tras unos instantes después de relamer y limpiar la polla a Carlos y entonces Marcos me dijo:

– Chúpame ahora a mí la polla!…te apetece?

Sin contestar y cegada por mi calentura me amorré y así, agarrándola con una mano comencé de nuevo a meneársela y a chuparla y ésta no tardó mucho en reaccionar, volviendo a ponerse dura y con una erección enorme, teniendo que dejar tres o cuatro dedos de polla fuera de mí boca ya que casi me daban arcadas al intentar tragarla entera. Mientras Víctor colocó su polla en la entrada de mí culo y comenzó a presionar.

– No por favor, por ahí no…, me duele…, te lo ruego…, por lo que más quieras…, me duele…

– Qué pasa? ¿que no estás acostumbrada a que te la metan por aquí…? o… es que ésta polla es más gorda que la de tú marido…?

– …aahhh…!!, …las dos cosas….

– Pues ésta noche te la voy a meter por este culito de zorra que tienes, verás como te gusta….

Así, sin hacer caso a mis protestas y agarrándome por la cintura, comenzó a presionar; primero con un golpe seco metió el glande en mis entrañas. El dolor era terrible y después de tres o cuatro empujones más supuse que tenía toda su polla dentro de mí, confirmándomelo el golpeteo de sus huevos sobre mis carnes. Así, con toda su polla dentro, comenzó a encularme lentamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Me di cuenta de que el dolor estaba en el anillo de mí ano y no en el recto, así que tenía que evitar a toda costa que aquel glande volviera a salir para no sentir aquella enorme punzada, de ésta manera, cada vez que su polla se retiraba y amenazaba con intentar salir era yo misma quién casi inconscientemente llevaba mí culo hacia atrás para tragarla de nuevo enteramente. No sabía cuánto iba a durar aquel tormento, pero que viendo que estaría sometida un buen rato por aquel joven y ante la imposibilidad de acabar con aquello, acabé por asumir la situación en la que me encontraba mientras iba mamando la deliciosa polla de su amigo, entrando y saliendo de mí boca al ritmo con el que la otra polla entraba y salía de mí culo; éste acabó acoplándose por fin a aquella enorme polla, todo se movía ahora con mucha más facilidad, incluso debo reconocer que cesaron mis protestas y éstas se convirtieron en sollozos placenteros, gemidos, suspiros y en alguna que otra palabra grosera y sucia; quién me iba a decir a mí que aquella noche iba a acabar poniéndole los cuernos a mí marido teniendo una aventura con dos jóvenes y mucho menos dejarme follar por todos sitios como lo estaba haciendo, pero estaba sintiendo mucho placer con todo aquello y ahora era yo misma quien se movía para rozarme más y más, me sentía como una perra caliente.

– Mmmum…, mmmum…

– ¡Ahora no te quejas, eh!

– Mmmum…, mmmum…

– Sí, parece que le gusta…

– Calla…, calla y sigue follándome, …así…, …así…, que gorda la tienes cabrón…, como me llenas…, asiii…, ahí…, ¡cómo me está gustando ahora que me follen por el culo…!, …ahí…!

Entonces Marcos, cogiéndome por la nuca me acompañó de nuevo hasta su polla

– Calla y sigue chupándomela…

– Mmmum…, mmmum…

– ¡No aguanto más, me voy a correr como sigas retorciendo tu culo…ahí!

– Ahh…, que bueno…, clávamela toda …, así…, que gorda la noto…, fóllame bien…!, así…, ahhh…, me corro…, …me corro…ahh!!

– Yo también me corro, toma mi leche….

– …y la mía también…

Así, nos corrimos de nuevo los tres, descargando uno toda su leche en mí culo y el otro en mí boca, y así, tras lamer y saborear todo aquello, con mí culo inundado y el coño chorreando, incorporándome les ofrecí mí boca a los dos como muestra de satisfacción; después de relajarnos unos instantes nos pusimos bien la ropa como pudimos y nos marchamos, sin haber visto ninguna película y sin bailar, pero satisfechos.

Cuando llegué a casa mí marido estaba durmiendo, me lavé ya que iba chorreando por todos sitios y con las bragas empapadas, luego me metí en la cama procurando dormir. Durante dos días tuve dolorido mi culo, pero mereció la pena.

De todo esto a mí marido naturalmente no le conté nada, pero a raíz de aquella primera ración de cuernos cambió totalmente mi actitud hacia los hombres ante situaciones de la vida cotidiana; ahora debo reconocer que hay momentos en los que me gusta sentirme observada cuando voy por la calle, visto con ropa más femenina, ajustada y provocativa, incluso cuando voy a alguna cafetería o restaurante y coincide que llevo alguna falda corta y estrecha aprovecho para situarme frente algún desconocido y provocar una excitante situación ya que descuidadamente cruzo las piernas quedando a la vista gran parte de mis muslos o bien las dejo entreabiertas para hacerlo enloquecer con sus calientes pensamientos. Semanas más tarde, cuando una noche mí marido comenzó a tratar el tema me atreví a contárselo como si de una fantasía mía se tratase, y al comprobar como se iba poniendo cachondo se lo fui explicando con todo tipo de detalles, sin imaginarse que todo aquello me ocurrió en la realidad, disfrutando yo también mucho, ya que me sentía muy excitada al recordar aquellas dos pollas y en como me follaron aquellos maliciosos jóvenes; fue a partir de entonces cuando comencé a participar activamente y a seguirle el juego de sus fantasías con otros hombres en situaciones imaginarias en las que me intenta involucrar; lo que no imagina es que con todo esto ha conseguido que su recatada y tímida mujer se haya vuelto un poco más golfa de la cuenta.