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No Aguanto a mi Jefa Parte 1

No aguantaban a su jefa, y se lo iban a demostrar en la cena navideña para los empleados.

Se acababa el tiempo si queríamos echarnos atrás. Crucé la mirada con el resto, pero no vi nadie dispuesto a pararlo y yo tampoco, así que seguimos adelante. El objeto de nuestra venganza y odio era Susana. Susana era la hija del presidente del consejo de administración de la empresa en la cual trabajábamos y nada más acabada la carrera y un par de máster entro como nuestra jefa, subdirectora del departamento de logista. No tenía ni idea de logista, cámaras, computadoras, etc. parecía que menos todavía, pero desde el primer día se comportó como si lo supiera todo y empezó a cambiar nuestro trabajo. El director del departamento tenía ya edad de jubilarse y apenas aparecía por allí. Era insoportable en el trabajo. Una verdadera tirana como jefa además de una inepta.

Faltaban un solo mes para acabar el año y se haría muy largo. Emilia, la secretaria del departamento, ya estaba preparando la cena de Navidad cuando llego la noticia. A partir de año nuevo estábamos despedidos. Nos darían el mes de vacaciones del siguiente año y en febrero todo el departamento a la calle. Emilia llevaba bastantes años en la empresa y sus fuentes de información eran muy fiables. Poco a poco nos fuimos enterando que el consejo de administración había recibido gran cantidad de informes relacionados con la ineptitud de los últimos meses de nuestro departamento y habían llegado a la decisión de cerrarlo y contratar la logística con una empresa exterior. Nos enteramos el día 4 de diciembre, aunque no sería oficial hasta el 2 de enero. Decidimos reunirnos el jueves siguiente en casa de Laia y así poder decidir medidas conjuntas.

En la reunión estábamos: Laia, encargada de la logística interna; Emilia, la secretaria del departamento; Matilde, la ayudante de Susana y quien tendría que haber ascendido a subdirectora. Por último, estaba yo, el encargado de la logística externa. Solo faltaban a la reunión Martha y Olga las dos secretarias de los departamentos exterior e interior.

Después de comer nos reunimos los cuatro en el despacho del marido de Laia y empezamos a discutir. Llegamos hasta la única solución posible. Susana era la hija del presidente y no iba aceptar que era su culpa y aunque llegásemos al consejo no teníamos nada que hacer. En enero estábamos despedidos. Desolados y bastante cabreados salimos del despacho y el resto fueron a pasar el resto de la tarde con sus familias. Yo volví al despacho y por vídeo conferencia llamé a Martha para decirle las malas noticias. Martha era la última persona que llego al departamento y era mi secretaria. Era una mujer guapísima y seguro que hubiese podido triunfar como modelo, pero no tenía carácter para aguantar a los jefes. Su piel era blanca y suave. Tenía unas piernas larguísimas y unos pechos casi perfectos. Un día le pregunte sus medidas, un poco en broma, pero bastante interesado. No me las dijo, pero si no eran 90-60-90 poco se diferenciaban. Su pelo corto y rubio la hacía parecer una diosa a mis ojos. Mi mierda de ética profesional me impedía pedirle una cita, pero después de enero lo haría.

Martha se puso echa una furia y grito lo que nosotros no hicimos al estar juntos. Una vez se calmó, acerco su cara a la cámara que tenía en su casa y mirándome con sus grandes ojos azules le dijo:

-» No podemos hacer nada para que no nos despidan, pero ¿podemos vengarnos de la persona responsable: Susana? ¿No?

-» No es mala idea, pero ¿Cómo? ¿Qué hacemos? – nunca me había salido la vena vengativa, pero Martha me había hipnotizado con sus ojos y en dos segundos estuvo de acuerdo con ella.

-» Tengo una idea, pero necesito darle vueltas, hablar con una persona y ver si es factible. ¿Podrías comentarlo ahí y retenerlos hasta mañana?

Después de un rato más habíamos decidido que Martha vendría mañana y que nos expondría su plan. Mi trabajo era indagar si la venganza seria bien recibida y retenerlos hasta mañana.

Ese fue el inicio de la venganza que ahora comenzaríamos. Vi como Matilde llevaba una copa de cava a Susana y estas brindaban. Susana como siempre vestía muy elegante siempre buscando resaltar su figura. Hoy llevaba un vestido corto, pegado al cuerpo, que resaltaba sus formas de un modo muy especial y hacia juego con su piel color aceitunado y su cabello azabache. Yo sabía que Matilde le había dado la copa con el somnífero y que en menos de 15 minutos Susana no sabría dónde estaba ni lo que hacía. Ese sería el momento en que nos la llevaríamos de la fiesta. El lugar de la fiesta lo había escogido Emilia y ya estaba previsto todo lo predecible. Era un caserón grande a las afueras de un pueblo no muy lejano y con buenas comunicaciones, pero lo más esencial era que estaba muy próximo a la vieja casa familiar propiedad de Olga.

Poco a poco Susana fue perdiendo el control y Matilde se ofrecía a llevarla al cuarto de baño a despejarse un poco. Matilde la tomo bajo su protección y denegando cualquier ayuda alegando que podía ella sola y que disfrutasen de la fiesta. Poco a poco la fue llevando hasta la parte trasera del caserón donde la esperaba Martha y Olga con un coche en el garaje. El garaje estaba cerrado por fuera impidiendo entrar desde allí y evitando cualquier invitado no esperado. Una vez Matilde y Susana entraron en el garaje, Martha se encargó de cerrar la puerta con llave asegurándose que nadie andaba por allí, mientras Olga ayudaba a Matilde a colocar a Susana derecha. Una vez Martha hubo cerrado la puerta con llave se acercó a donde estaban el resto y cogiendo dos muñequeras de cuero negro del coche las acerco a Susana y se las puso en las muñecas. Las muñequeras tenían dos anillas que una vez se juntaban las muñecas no se podían abrir por la persona que las llevaba sin ayuda exterior. Susana todavía tenía algo de sentido y cuando noto que sus manos estaban esposadas a su espalda empezó a gritar y protestar. Martha rápidamente saco un pañuelo del bolsillo de su camisa y se lo puso en la boca amordazándola. Ahora Susana no podía gritar, pero si patalear y moverse un poco entre los brazos de Olga y Matilde que la tenían sujeta. Poco a poco este movimiento se hizo más lento a medida que el somnífero realzaba su efecto hasta que dejo de moverse. Una vez estuvo totalmente cao, la metieron dentro del asiento trasero del coche, la taparon con una manta y conduciendo Olga acompañada de Martha salieron en dirección de la casa de Olga. Hasta ahora todo había salido bien, pero si ocurría algo en el camino a la casa nos veríamos en un serio apuro.

Emilia se reunió con Matilde que volvió al salón, recogieron sus cosas y despidiéndose salieron por la puerta principal. Subieron a su coche y pusieron rumbo a casa de Olga. En la fiesta posterior a la cena ya solo quedábamos Laia y yo. Nos habíamos quedado para en caso de que alguien preguntase por Susana responder que se había sentido indispuesta y la habían llevado a su casa. Además, yo tenía que llevarme el coche de Susana de allí.

Pasado un rato me dirigí al garaje trasero donde me esperaba, después de haber abierto con llave la puerta, las llaves del coche de Susana. Las cogí y me las metí en el bolsillo. Luego empecé a recoger el equipo que había puesto para la ocasión en el garaje. Se trataban de tres cámaras digitales de gran formato y muy buenas prestaciones propiedad de la empresa que había tomado prestadas y había colocado estratégicamente alrededor del garaje para poder filmar el inicio de la venganza. Las metí en una bolsa y volví al salón donde me despedí de algunas personas entre canción y canción de una orquesta contratada. Salí y como no vi a nadie me dirigí al coche de Susana que previamente había localizado. Hacía mucho frío y no había nadie por el aparcamiento Encendí el coche y me dispuse a llegar a casa de Olga. Habíamos dispuesto varias rutas para llegar, lo que hizo que cuando yo terminaba de meter el coche de Susana en el garaje de la casa llegase Laia y ya estuviésemos el grupo entero en la casa.

Dejamos las chaquetas y después de intercambiar cuatro palabras sobre el viaje y si había habido alguna dificultad subimos a las habitaciones del piso superior. Entramos en la central y la más grande de todas. Sabíamos donde ir ya que Laia me había ayudado a colocar cámaras por toda la casa para poder filmar todo lo que iba a pasar. Había al menos tres cámaras por habitación, en alguna había instalado hasta 10 cámaras. No queríamos perdernos ningún detalle y conseguir cámaras no era ningún problema. Cruzamos la puerta y entramos.

Susana ahora estaba tumbada de espaldas sobre una mesa en la habitación. Este era la habitación donde empezaríamos. La mesa era especial y nos la habían prestado. Era una mesa de madera pulida y acolchada en gran parte. La espalda de Susana descansaba sobre la parte central. Sus brazos descansaban sobre dos alas que salían del soporte central y que en ese momento formaban un ángulo recto con el cuerpo. Estas alas eran móviles como las otras dos donde descansaban las piernas. Todavía estaba vestida, pero tenía correas de cuero en los codos y rodillas. Las muñequeras estaban atadas a las alas y pude observar que ahora tenía dos muñequeras más en los tobillos. Esto hacía que, aunque estuviese despierta no podía moverse mucho, solo el cuerpo. Las extremidades están bien sujetas. Todavía llevaba el pañuelo amordazándola, pero además tenía otro pañuelo alrededor de los ojos impidiéndola ver. Nos sentamos todos en seis sillas dispuestas simétricamente alrededor de un sillón de cuero negro dispuesto para Karla quien sería quien llevase la voz cantante a partir de ahora y estaba colocado justo delante de la mesa.

Poco después de sentarnos entro Karla en la habitación saludándonos a todos nos preguntó si queríamos continuar. Todos sin excepción contestamos que sí. Se sentó en el sillón y llamo a Marta su ayudante. Marta entro en la habitación. Vestía una toga blanca que le cubría todo el cuerpo. Consiguió despertar a Susana que empezó a moverse en sus ataduras sin poder escapar de ellas.

-» Buenas noches, Susana. Me presentare. Mi nombre es Karla, aunque tu solo me podrás llamar Ama o señora. Tus compañeros aquí presentes me han encargado que me encargue de darte un escarmiento por tus diferentes faltas cometidas que ellos mismos te van a indicar.»

Marta le quito la venda de los ojos y cuando considero que sus ojos ya estaban acostumbrados a la luz le quito la mordaza.

-» Soltarme cabrones de mierda.» – fue lo primero que grito Susana.

-» Si no te callas te volveremos a amordazar»- le respondió Karla.

-» Vete a la mierda, puta asquerosa»

Ya no pudo decir nada más. Marta a un movimiento de Karla la volvía a amordazar, pero esta vez no con el pañuelo sino con una gran bola roja de goma forzándole a Susana a abrir la boca. No era tarea sencilla. Susana no se lo puso sencillo y la bola era bastante grande lo que hizo que las mandíbulas de Susana quedasen muy forzadas. Cuando consiguió meter la bola la sujeto a la nuca. Después se retiró un poco y levantándonos y acercándonos uno a uno a la cara de Susana le fuimos recitando sus faltas.

-» Hola Susana. La primera falta es desautorizaron delante clientes.» Le reprendió Matilde.

-» La segunda falta es darnos trabajos que no podemos hacer»

-» Hola. La tercera es tu ineptitud para llevar el departamento.»

-» La cuarta es exigir imposibles y cuando no lo sacamos echarnos la culpa.»

-» La quinta es no aceptar consejos de aquellos que sabían más que tu.»

-» Hola Susana. Por último, haber conseguido que cerrasen el departamento y nos despidiesen a todos.» Le espeto por último Martha.

-» Por todas estas razones tus empleados no están contentos contigo y han decidido darte un escarmiento dirigido por mí, pero ellos serán los que lo lleven a cabo. También debo decirte que todo lo que pases aquí será gravado en vídeo, gentileza de tu propio departamento. Bueno empecemos que se hace tarde y la noche no están larga.»

Emilia se levantó. Ella era quien empezase. Se acerco a una mesa de servicio donde cogió unas grandes tijeras. Se las enseño a Susana y luego poco a poco fue cortando su vestido, evitando cortar la ropa interior. La tarea no fue fácil. Susana no paraba de moverse y retorcerse, pero Emilia totalmente impasible siguió cortando. Cuando hubo cortado el vestido lo arranco de su cuerpo dejando a Susana solo en ropa interior. Le corto las medias y el liguero. Luego comenzó con el sujetador. Corto las tiras de arriba y luego las laterales. Dejo las tijeras y retiro las copas del sujetador dejando al descubierto sus pechos. Susana tenía 26 años, mi edad, y sus pechos lo demostraban. Eran unos pechos no muy grandes, pero bien situados. Destacaban de ellos sus pezones marrones pero pequeños. Emilia retiro la parte de la espalda y recogió las tijeras dispuesta a terminar con la última pieza de ropa que seguía en el cuerpo de Susana: Su tanga. Susana lo sabía y retomo con más intensidad sus envites y movimientos que hacía rato que había detenido al notar que era imposible soltarse. Emilia siguió impasible, una cualidad muy suya, y cogiendo la goma la estiro y le pego un corte. Luego repitió el proceso con la otra goma y le retiro el tanga completo. Dejo el tanga y las tijeras en la mesita y antes de volverse a sentar ayudada por Marta abrió las alas inferiores dejando totalmente expuesto el sexo y culo de Susana a la vista de todos nosotros que seguimos sentados mirando el proceso.

-» Susana a partir de ahora no llevaras nada de ropa. Veo que te cuidas el vello púbico, pero después de esta noche no será necesario. Matilde será la encargada de depilártelo totalmente.»

Matilde se levantó y encendió un pequeño quemador que había sobre la mesita. Una vez encendido coloco un pequeño recipiente de metal sobre el fuego. Cogiendo cera en tabletas, las rompió en trozos y los metió en el recipiente para que se fundiesen. Mientras esta se fundía, Matilde abrió un poco más todavía las piernas de Susana y las ajusto bien. Luego con ayuda de Marta ajusto unas correas de cuero alrededor de su cuerpo para impedir cualquier movimiento. Una pasaba por debajo mismo de sus pechos, otras sujetaban los hombros a la mesa; otras sujetaban y abrían más los muslos y la última mucho más gruesa se ajustaba en el mismo vientre. Ahora Susana estaba totalmente inmovilizada.

Matilde enredo sus dedos en el vello púbico de Susana mientras la miraba a la cara. Susana le devolvía la mirada orgullosa y desafiante pero que no conseguía inmutar a Matilde que cogió la olla y con una paleta procedió a extender cera caliente sobre los sobacos, ya totalmente depilados, de Susana. Cuando acabo con los sobacos miro a los ojos de Susana nuevamente. Susana estaba bien inmovilizada y no había podido moverse, ni tampoco gritar ya que todavía llevaba la mordaza, pero de sus ojos caían gruesas lagrimas que se juntaban con el sudor que desprendía su cuerpo.

-» Ahora le toca el turno a tu sexo.»- Le fue diciendo Matilde a Susana con una sonrisa en los labios.

El vello púbico de Susana era muy fino y del mismo color azabache que su pelo. Estaba muy bien cuidado y depilado en algunas partes para que con el tanga o bikini ningún pelo saliese. Matilde cogió de nuevo el recipiente y tiro el resto de cera sobre el sexo de Susana antes que esta se endureciese. Incluso con la mordaza puesta varios ruidos habían podido salir de la boca de Susana cuando sintió como la cera caía sobre sus muslos y sexo. El dolor era muchísimo más grande que el que sintió cuando Matilde había dejado caer la cera sobre sus sobacos.

Matilde había extendido la cera sobre toda la zona y ahora esperaba que se endureciese. Cuando considero que ya estaba suficientemente seca empezó a tirar de la cera que había en el sobaco derecho. Lo hizo lentamente, mientras su mirada no se apartaba de la cara de Susana. Gozaba viendo las lágrimas salir de sus ojos y oyendo los pocos gemidos que conseguían salir de la mordaza. Él ultimo tirón fue brutal y Susana pego un salto que si no hubiera estado atada habría salido disparada. Matilde paro y observo como la mirada orgullosa había cambiado a una mirada de súplica y terror. Los sobacos no tenían ningún pelo e incluso así al retirar la cera el dolor era bastante grande. ¿Qué pasaría cuando retirase la cera de su sexo? Al pensar esto su mirada a un aumento el tono de súplica, pero Matilde no iba a detenerse. Cuando acabo con el sobaco derecho se dedicó al derecho de igual modo.

-» Ahora le toca el turno a tu vello púbico. Cómo has podido sentir es doloroso en la zona donde no tienes vello, ¿imaginas lo doloroso que será en tu sexo? Te dolerá mucho y quiero que tus compañeros te oigan gritar. Marta, por favor, quieres retirarle la mordaza de la boca para que pueda gritar todo lo que quiera. Matilde prosigue cuando sea el momento»- fueron palabras de Karla.

Marta quito la mordaza a Susana de la boca.

-» Perdonarme por favor. Estoy muy arrepentida. Mi padre es el presidente del consejo de administración y le convenceré de que no cierre el departamento. Dimitiré si es necesario. Por favor no me podéis afeitar así. Os lo ruego.» Fueron las suplicas entre lágrimas que Susana pidió cuando se vio sin la mordaza.

-» Puedes suplicar, llorar, gritar, aunque no te servirá de nada. No te soltaremos hasta que estés preparada. No malgastes ni tu tiempo ni tu energía con quejas o suplicas. No te servirán de nada. Tengo tu consentimiento por escrito y mi trabajo es prepararte como una buena esclava y tengo todo el tiempo del mundo.» – Respondió Karla.

-» ¿Que consentimiento? Yo no he firmado nada, eso es mentira.» – se quejaba Susana.

El consentimiento por escrito fue difícil de conseguir y además de peligroso era una condición necesaria por Karla. Fue trabajo mío preparar el documento que en este instante Emilia sacaba de una carpeta y ponía delante de la cara de Susana. Era un documento firmado por Susana donde daba su consentimiento a todo lo que iba a pasar. Fue la misma Emilia quien un día a última hora se lo presento a Susana para firmar, claro está con seis o siete documentos muy urgentes que tenía que firmar antes de irse. Firmo sin mirar lo que firmaba incluido este documento. Seguro que un abogado podría anularlo en un santiamén, pero no había ninguno disponible ahora mismo. Cuando firmo había una cámara en la habitación y todo se había gravado. Emilia incluso le pregunto si no iba a leer lo que ponía y Susana le contesto con desdén que ya sabía lo que ponía estos documentos y que estaba de acuerdo con todo. Fue un gran triunfo.

-» No es verdad. No sabía que firmaba.» -Protestaba Susana no sin razón.

-«Matilde.»

Matilde se acercó a Susana de nuevo y esta con un inmenso pánico siguió protestando, suplicando e intento retorcerse para escapar.

-» NNNoooo….. Aaaaiiieee!!!!!»

Fue lo siguiente que salió de sus labios cuando Matilde empezó a estirar la cera seca y llevándose con ella el vello de esa parte tan sensible. Los chillidos lastimosos eran amplificados en la habitación cerrada e insonorizada para evitar que ningún ruido saliese de ella. Cuando Matilde hubo retirado toda la cera Susana sollozaba y gruesas lagrimas resbalaban por su cara. La zona donde hasta hace muy poco había tenido vello ahora está llena de pequeños puntillos rojos. Matilde se acercó hasta la mesita y recogió un tarro. Lo abrió y metiendo sus dedos los empapo de una loción curativa que fue extendiendo por la zona.

-» Esto es el primer plazo para ser una verdadera esclava. Tu sexo sin vello es ahora mucho más sensual y además es más practico para poder recibir placer y dolor. Ahora haremos una pequeña pausa, necesito ir al lavabo.»

Marta rápidamente se acercó a Karla y con sumo cuidado le ayudo a levantarse del sofá. Cuando a Martha y a mí nos presentaron a Karla me sorprendió mucho. Karla tenía 30 o 31 años y estaba embarazada de 28 semanas como luego supe. Después de hablar con nosotros y aceptar sus condiciones, le preguntamos si estaba en condiciones de hacer el trabajo. Ese fin de semana nos invitó a casa de una amiga y nos demostró que, si lo estaba, además de que aprendimos muchas cosas.

Continuará…