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Pasión y celos 2

Las dos amigas se unen de nuevo mientras siguen planeando su vida futura en trío con el hermano de una de ellas, amante de ambas.

Lo primero que tengo contar es que la experiencia de relatar lo que me sucede ha resultado más excitante de lo que había pensado. He descubierto que esta página ha logrado crear, al menos en mi caso, una instancia de comunicación entre personas reales en un campo en el cual es particularmente difícil comunicarse. He recibido muchos mensajes de quienes leyeron la primera parte de mi relato y aunque no he podido responder particularmente a cada una de ellas, les doy a todos las gracias por contactarse conmigo y he de decirles que sus opiniones, consejos y deseos son todos muy significativos para mí en esta instancia. Deseo que la continuación de mi experiencia tenga similar receptividad en Uds.

. – Los ataques de celos que me invadieron respecto a la relación entre Judith y su hermano se fueron atenuando paulatinamente. Pude darme cuenta de que la relación entre ellos era preexistente a mi aparición y que yo era injusta en apreciarla. Por otro lado, un trabajo intenso en mi empresa no daba lugar a reflexiones muy tortuosas y paulatinamente se fue imponiendo en mi el deseo de vivir intensamente la experiencia en lugar de ahondar en un análisis que pudiera destruirla.

Por otro lado, resultó importante apreciar la forma como vivían esto los otros dos protagonistas ya que la relación no era un asunto que dependiera solamente de mí.

Judith se ha demostrado como una mujer enamorada y debería decir que, al parecer para ella, nuestra relación va más allá del aspecto pasional, que de por sí es intenso entre las dos, sino que además ella dice haber encontrado en mí a la compañera y amiga. Me he dado cuenta de que esto representa un peligro para la relación por cuanto a mí me parece más fácil manejar una pasión que un amor, pero no he querido profundizar en eso.

Pero sí, ambas hemos notado, que en la medida que la relación se ahonda entre las dos, mis sentimientos por Paco, que un principio tenían las características típicas del gran amor, se han ido desperfilando notoriamente. Una interpretación fácil a lo que me pasaba, habría sido admitir tranquilamente que mi verdadera condición era la de una clara tendencia lesbiana o, cuando menos, que mi actitud se estaba definiendo con características de bisexualidad.

Sin embargo, la realidad me ha demostrado que los hechos van sacando estas apreciaciones del plano de las definiciones semánticas para situarlos en una realidad que las define con mayor simplicidad.

Habíamos conversado con Judith, así como soñando, de la posibilidad de llegar a vivir los tres juntos. Esto se lo insinué yo a Judith en nuestra correspondencia electrónica nocturna y fue una sugerencia que ella recibió con gusto. Sobre ese tópico intercambiamos ardientes mensajes en los cuales le dábamos vuelo a nuestra fantasía inventando variadas situaciones en las cuales la pasión erótica nos envolvía y cada noche la situación nos parecía más atractiva y posible, puesto que tanto ella como yo éramos mujeres libres y Paco en cierto sentido también lo era puesto que se había separado de su esposa.

Pero había que poner a Paco al corriente de los planes que ambas mujeres habíamos elaborado. Ambas estábamos seguras de que él aceptaría puesto que desde el punto de vista de un hombre parecía una situación muy privilegiada para él, pero debo admitir que ninguna de las dos se atrevía a plantearlo.

Lo que sucedía era que Paco ignoraba el grado de intensidad que había alcanzado la relación entre Judith y yo.

Decidimos que Judith viajara hasta mi ciudad para poder conversar esto con tranquilidad. Judith es una prospera comerciante y puede viajar con facilidad sin tener que dar explicaciones a su familia.

El solo hecho de que Judith viniera a reunirse conmigo me puso en un estado de alerta erótico intenso. Había decidido que Judith estaría en mi casa, no le encontraba ningún sentido que ella estuviese en un hotel y que planificáramos nuestros encuentros a hurtadillas. Mis padres sabían que yo tenía una amiga en el país vecino, que era comerciante y que quizás desarrollara algún tipo de operación con nuestra empresa.

Planteadas así las cosas Judith llegó a mi casa al mediodía de un jueves y de inmediato se captó la simpatía de mis padres. Ya he contado que Judith es una mujer hermosa y de una sencillez cautivadora.

El desafío en este encuentro era para mí, más que para ella, poder mantener la verdadera naturaleza de nuestra relación sin que nada pudiera ser captado por mis padres. Sin embargo, había algo cautivador y peligrosamente atractivo en este ambiente que yo misma había buscado.

Ver a Judith caminar por mi hogar, compartir mi intimidad diaria, sentarse a mi mesa, era algo muy audaz ya que esta situación, al menos en mi país, habría sido rechazada en forma unánime y casi violenta.

No me sentía mal respecto de mis padres por cuanto el mundo de ellos estaba tan lejano del mío que no podrían jamás tocarse.

Judith estuvo tres días en mi casa y las experiencias que vivimos nos han acercado más que las anteriores. Yo diría que lo que nos ha cautivado es la naturalidad con que asumimos nuestra realidad de amantes. Ver a Judith allí en mi cuarto sentada frente al PC desde el cual yo le escribo todas las noches soñando con su presencia y tenerla ahora allí, al alcance de mis caricias que le prodigué con una pasión renovada, fue algo superior a todo lo imaginado.

Era embriagador tenernos en mi cama y percibir su tibieza real, la presencia de su cuerpo allí donde noche a noche la había soñado, y sus palabras dulces comparando esta realidad con mis descripciones.

Nos hablamos y nos mostramos noches enteras sin privarnos de ningún detalle y sentíamos cada vez más que habíamos construido un mundo nuevo sin destruir ninguno, un mundo que estaba más allá de las obligaciones y rutinas diarias que ambas seguíamos cumpliendo como mujeres modernas.

Casi no dormíamos. Todo era susurros, confesiones, risas apagadas, deseos secretos que se cumplían apenas planteados, exploraciones que tiempo antes a cada una nos habrían parecido prohibidas, pero que ahora estaban permitidas por el deseo de no guardar secreto alguno ni de ocultar ningún rincón del territorio de nuestros cuerpos y llegamos a conocernos tanto que casi no nos dábamos cuenta si estaba la luz encendida o apagada porque el tacto el gusto y el olfato había creado entre nosotras un mundo multisensorial que nos permitía el conocimiento completo.

Me di cuenta, en un análisis inevitable, que no sé si tendrá validez general, pero al menos es mi percepción, que la relación con el hombre está transcendida de un dejo de entrega. Yo quería entregarme a Paco y que él me tuviera. Yo quería ser poseída, pertenecerle y por medio de esa entrega, también de algún modo poseerlo a él. Lo que quiero decir es que la relación entre hombre y mujer la entendí como una forma de lucha en que alguno de los dos tenía que ganar para ser felices los dos. Es decir, era una relación jerárquica.

En cambio mi relación con Judith ha sido siempre una relación alegre, lo fue desde el comienzo, la percibimos ambas como un hermoso juego, casi inocente y por eso lo podíamos jugar en cualquier parte, era todo participación, todo era de las dos , mi cuerpo y su cuerpo y mis deseos y los suyos casi no había necesidad de manifestarlos , los pensábamos al unísono y era por eso que nuestros orgasmos eran simultáneos , no había necesidad de esperarnos , descargábamos al mismo tiempo y nuestro deseo erótico era como una melodía que interpretábamos juntas.

Es por eso por lo que yo me sentía pecadora al pensar que cuando lo hacíamos con Judith, tenía una felicidad diferente e inmensamente mayor que con Paco y pensaba que aquello era anormal simplemente porque mi cultura me decía que allí debería estar un hombre y no una mujer.

Yo pienso ahora que este hecho es el que hace que muchas mujeres se nieguen a estos placeres o que tengan que amarrar siempre esto a un hombre y cederle a él la iniciativa. Yo pienso que allí se pierde casi todo el encanto de la relación con una mujer, al hacerlo en trío.

Sin embargo, gran parte de las conversaciones que tuve con Judith las cuatro noches que pasamos juntas en mi casa trataron sobre las relaciones de ella con su hermano.

Yo encuentro esa relación realmente fascinante porque la encuentro una relación no posesiva. No me importaba como ella se había generado ni cuales eran los antecedentes, solamente sabía que se había producido sin violencia y estaba transcendida de sentimiento. O sea, se querían aparte de desearse y eso me parecía irrepetible en cualquiera otra pareja incluso en la mía con Paco.

Cuando ellos habían hecho el amor esa vez que nos juntamos los tres, yo los miraba más con los ojos del alma que con los de la cara y el pensar que eran hermanos y se estaban amando, con sus cuerpos, producía en mi un goce casi sublime porque me imaginaba que ellos estaban en ese momento traspasando casi todo los límites que la sociedad nos había impuesto y al ver esa relación tan natural y tan llena de alegría me daba cuenta que era imposible reproducir esa situación en otra pareja y que la relación mía con Paco se veía torpe y animal comparada con la de ellos.

Sin embargo, esta reflexión duró muy poco en mi cerebro, porque de nuevo la realidad me enseñaría que jamás hay que quitarle al mundo la oportunidad de demostrarnos que nuestros fantasmas son siempre aventados por la luz del día.

Ese domingo hubo un almuerzo familiar en mi casa que yo hice propicia para invitar a mi hermano y su mujer y que al mismo tiempo quería convertir en una especie de despedida para Judith que se marchaba al día siguiente. Hábilmente quería yo crear un ambiente en el cual Judith encajara en mi grupo como una amiga simpática y prudente a la cual fuese imposible poder atribuirle nada parecido a la realidad que estábamos viviendo.

El impacto que Judith produjo en mi hermano Óscar creo que fue notado por todos menos por la propia Judith, que ignorante de los efectos que estaba produciendo, se condujo con una naturalidad que no hacía sino multiplicar su encanto. Por otro lado, mi hermano demostraba tener una personalidad casi especialmente diseñada para la conquista, atributo que en realidad yo no le conocía. En todo caso todo transcurrió dentro de los limites normales de una reunión formal en una familia de principios.

Sin embargo, esa noche, en la intimidad del lecho que compartimos con Judith, nuestras caricias y nuestras palabras de dieron dentro de un ambiente peligrosamente cautivante. Ya he dicho que parte de nuestras conversaciones de amantes se daban con relación al hombre que nos había unido, Paco, pero las dos sabíamos, sin decirlo, que la figura masculina de la evocación de Judith esa noche era la mi hermano Óscar. Poco a poco fuimos siendo más explícitas en las referencias al hombre y yo notaba que el cuerpo de Judith respondía con intensidad a ese estímulo y por lo tanto lo use reiteradamente porque en el fondo me gustaba mucho excitarla al máximo para hacerla feliz.

Sin dejar de acariciarnos nos hablamos en susurros, como siempre, inventando situaciones transgresoras de las cuales Óscar era el centro.

Judith voló a su país el lunes en la mañana. Me he comunicado con ella habitualmente por mail en las noches. Todo está normal en mi empresa el trabajo a mi cargo funciona con la eficiencia de siempre, es mi casa mis padres están felices, a Judith le va maravillosamente en sus negocios y Paco me pide que nos juntemos lo más pronto posible porque me extraña. Él está en Nueva York ahora.

La idea que íbamos a discutir de poder vivir junto a Paco, no se volvió a mencionar. Fue simplemente borrada por los hechos Judith a menudo me pregunta por Óscar no ha olvidado nuestras fantasías nocturnas de la cual era el centro. He conversado varias veces con mi hermano y me siento perturbadoramente inquieta. Sin embargo, la normalidad de todo el entorno vuelve a tranquilizarme sobre todo al comprobar que todo lo que me pasa es asombrosamente real y cautivante

Julieta