Como superar una pena de amor. De preguntarme lo mismo una y otra vez no daba con respuesta alguna y solo conseguía afirmar la idea de que aquel hombre que me dejaba para irse con cierta exnovia era el hombre de mi vida y que con su partida, perdía toda oportunidad de ser feliz.
Dicen los que saben que tal cosa no es así, que es cuestión de no mentirse y aceptar los cambios, de quererse a sí mismo, respetarse, valorarse y no estancarse. Babosadas. Cualquier persona sana puede decirlo, pero uno, cuando está a punto de reventarse por la situación, no puede hacer más que darle vueltas y vueltas y llorar y llorar sin encontrar salida alguna. Este relato va dedicado a el, a Mauricio, para que vea que yo si pude seguir sin el, y la pase mucho mejor.
En últimas y para no seguir fastidiando a todos en casa con mis asuntos de despecho, decidí irme de viaje unas semanas al caribe. A perdón, se me olvidaba presentarme. Me llamo Mónica, ya he escrito un par de relatos antes, fueron reales, pero un tanto adornados, he de ser sincera, las cosas no pasaron tal cual las escribí, pero eso es reserva del sumario, no abran correcciones. Ya tengo 21 años, estoy graduada de arquitecta, vivo en Bogotá Colombia, y hace ocho meses, en abril de 2006 estuve enamorada de Mauricio, un hombre maravilloso que como ya saben me abandonó.
Dos meses después y en medio de toda una tragedia que me dejó incluso de psicólogo, decidí tomar un viaje para distraerme y ver un poco más allá de las limitadas narices que me había dejado Mauricio, quería beber y divertirme, conocer amigos, algún chico atractivo, y quien sabe. Bueno, en realidad no quería más que alejarme de todo lo que me recordaba a Mauricio, el resto era un plus.
Tome un avión hacia punta cana y me entregue al olvido.
Apenas salí del aeropuerto me quité la chaqueta, desabotoné dos de los botones superiores de mi blusa y recibí en las piernas todo el favor de la brisa caribeña, que al instante me hizo sentir que esas vacaciones iban a ser distintas. Tomé un taxi y me llevó al hotel. Me cambié de ropa en la habitación y me puse mi traje de baño. Frente al espejo detallé mis nalgas atravesadas a la mitad por el hilo de la tanda y mis senos apretujados entre el brasier. Mmmmm, no recordaba ser tan encantadora, me había olvidado lo mucho que solía disfrutar con semejante cuerpazo en tiempos pasados.
No sé qué me paso por la cabeza en el momento, pero me excité. Creo que de recordar lo mucho que alguna vez había hecho. No pude evitar introducir mi mano en la tanga y darme unos masajitos sobre la vulva. Allí mismo, de pie frente al espejo me agarré un seno con firmeza y me hice el amor a mí misma por un segundo. Quedé toda mojadita y sonrojada. Me di a mí misma una sonrisa cómplice, tan sorprendida como emocionada por mi comportamiento.
Bajé a la playa privada del hotel y me acosté sobre la arena boca abajo a tomar el sol. Mmmmm, el sol, la playa, el mar, me empecé a sentir bien. Pedí un trago al mesero y lo bebí sentada sobre mi toalla. La vista no estaba mal, algunos jóvenes atractivos, algunas chicas muy atractivas también, olía a sexo por allí, las vibras estaban tan calientes que sentí que en cualquier momento iba a ceder a cualquier intención, pero de repente el recuerdo de Mauricio se hizo fuerte en mi cabeza y caí de espaldas sobre la arena tratando de contener las lágrimas.
Era patético, me levanté al instante y entré al mar. Estaba toda resbalosa por el aceite para broncearme, me enjuagué los senos y la cola y nadé un rato mar adentro. Cuando estaba bien lejos me encontré con unos chicos que andaban cada uno sobre una tabla de surf. Me llamaron y yo acepté charlar con ellos un rato, además estaba un tanto cansada y una tabla de esas sería el descanso adecuado.
Al instante me prestaron una. Me pareció curioso verlos con tablas de surf por aquellos lugares, ya que no había olas por allí. Eran unos chicos argentinos sumamente atractivos, y me encantaba el asentó. Me coloqué encima de la tabla y di unas cuantas braseadas. Debí haber puesto mis partes privadas demasiado a la vista porque al darles la espalda el silencio y la sensación de que me desnudaban con la vista fue bastante intensa.
No los puedo culpar, el culito me quedaba parado cuando intentaba hacer medianamente bien eso de avanzar con la tabla, me costó muchísimo y al rato ya me dolían los senos. Así que les devolví la tabla. Nos pusimos a hablar los tres muy cerca los unos de los otros. Yo tenía los brazos apoyados sobre una tabla y ellos nadaban suavemente frente a mí como hambrientos tiburones.
De repente sentí un leve toque sobre mi vagina, uno de ellos con un pie había tocado mi vulva. Di un brinco al instante. El se sobresaltó también y trato de disculparse, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa yo le sonreí picaronamente, y entendió mi mensaje. Se acercó suavemente y se apoyó también sobre la tabla. Empezó a tocarme con una mano debajo del agua. Corrió mi tanga y masajeó suavemente mis labios. Mmmmmmmmm, que delicia pensaba yo, hace tanto no hacia una locura de estas.
A los pocos segundos ya eran dos de sus dedos penetrándome fuertemente, mis piernas estaban temblando, no podría distinguir cuanto lubrique entonces, pero todo debajo de mi era una calentura enorme. Ya empezaba a gemir como una perra cuando el segundo de ellos se aproximó absorto por la situación. Se colocó a mis espaldas y bajó por completo mi tanga que enseguida salió a flote.
Me abrió las nalgas y sentí que su dedo tocaba mi ano, mmmmmmmmm, de nuevo yo gimiendo como perra y los ánimos subiendo como locos. El que estaba por detrás se me acercó lo suficiente como para sentir su palo apoyado entre mis nalgas y queriendo entrar. Verán, los chicos se pusieron tan antojosos que fue bastante complicado explicarles que se nos hacía sumamente difícil hacer algo más allá de jugar con sus dedos en mis hoyos allí dentro del mar. Así que de un momento a otro tomé mi tanga y me la puse y nadé de vuelta a la playa.
Volví renovada a tierra firme, mi concha palpitaba como loca y el hambre de tener experiencias distintas durante estas semanas se hizo más intensa.
Regresé a mi habitación en el hotel, me di un baño. Volví a tocarme un poco, esta vez me acomodé en la bañera y con el jabón me masturbé como loca, me mordí los pezones, me apreté las nalgas, era un manojo de placeres estallando, hasta que pude tener un fabuloso orgasmo que me mandó a dormir un rato de inmediato.
Serían las siete de la noche para cuando desperté. Bajé al restaurante del hotel y me serví un plato fuerte, algo para resistir una noche de juerga. Tuve que subir una vez más a la habitación, había olvidado mi bolso. Me detuve un momento en la ventana de la habitación, la luna era enorme, yo estaba hermosa, muy atractiva, llevaba una blusa blanca que dejaba ver mucho de mis senos cubiertos por un corpiño blanco que realzaba mis atributos. Abajo llevaba un short verde tan pequeño que mis grandes nalgas apenas si quedaban dentro y más adentro y pequeñísimo hilo negro que solo me ponía en mis noches de pasión más aventuradas con Mauricio.
Me puse triste otra vez, eran insoportables aquellos momentos, donde estaba, con quien estaba, que estaba haciendo, abra pensado en mi alguna vez siquiera. Todas preguntas sin respuestas.
Tomé mi bolso y salí de inmediato. Le pedí al taxista que me llevara a la mejor de las discotecas que conociera. Condujo unos cinco minutos nada más. El lugar era magnifico, luces por todos lados, gente bailando en las pistas, mucho alcohol, algunas chicas besándose, estaba tan emocionada. Me senté en la barra, pedí un trago y de una me lo tomé, pedí entonces otro, y otro y otro hasta que sentí un mareo agradable.
Fui hasta la pista de baile en donde bailé con muchos desconocidos, restregué mi maravilloso culo por sobre los palos de muchos hombres, muchos de ellos parados. No me importaba nada, me acercaba a los cuerpos, hombres y mujeres, toque incluso algunos senos, me sentía desenfrenada. Pero tanto baile cansa y debí tomar asiento. Fue entonces que llegó aquel tipo del que en realidad nunca supe el nombre. Se sentó a charlar conmigo, me hablaba de la fiesta, de la gente, y de vez en cuando se le escapaban frases halagadoras para mí, que era muy bella, que no entendía como podía estar sola por allí, que mi vestimenta era muy sexy. Lo que si noté es que no desprendió por un segundo sus ojos de mis piernas, incluso lo sorprendía mirando hacia mi concha.
Bailé con el un buen rato, era un tipo agradable pero no me inspiraba mucho, así que al rato lo dejé solo y seguí buscando diversión por otro lado. Encontré a un joven espectacular que no demoró en notar que había llamado mi atención y se acercó a bailar conmigo. Me contó que estaba con dos amigos más, bailé con los tres al mismo tiempo. A cada instante me pasaban más alcohol y yo, aunque consciente, ya empezaba a sentir que me pasaba de la raya, así que en un momento no quise beber más.
Pasadas las dos de la madrugada los chicos me invitaron a dar un paseo por la playa. Yo acepté gustosa. Uno de ellos me abrazaba mucho, me besaba la mejilla y me decía al oído, «estas buenísima, mira que tetas» y me las cogía un poco. Era sumamente excitante, no me retraía a nada, me encantaban los tres y mucho más la situación que tenía un rumbo fijo. Mi pregunta era donde y cuando.
Para mi sorpresa nos detuvimos en un lugar oscuro de la playa. Aquel que me llevaba abrazada me dio media vuelta y me besó. Mmmmmmm, otra vez yo dando cabida a todo. Otro me llegó por detrás, me agarró la cola y me besó el cuello. Me pidieron que me pusiera de rodillas, para eso si soy la mejor. Desabroché el pantalón de ambos y saqué sendos mástiles paradotes y babosos, mmmmmm, los metí ambos en mi boca, primero el de la derecha, luego el de la izquierda. Un tercer pene llegó por el frente y lo ataqué también, los tres solo para mí, y yo dichosa.
Sentí que aquel que estaba enfrente era quien estaba mucho más próximo a venirse, así que me enfoqué solo en el y empecé a chuparle ese palo de arriba hacia abajo masajeando con mi lengua su glande, no tardo en venirse dentro de mi boca.
Para cuando aquello ocurría, ya uno de los otros me tomaba por la cintura y bajaba mi short junto con la tanga, mmmmmmm, la deliciosa brisa caribeña sobre mi culo desnudo, que refrescante, que calentura. Me penetró al instante. Como entró ese palo dentro de mi ardiente concha, resbaló tan fácilmente, yo era un río allí abajo. Empezó a taladrarme con dureza, una y otra vez entrando en saliendo. El choque de mis nalgas contra su cuerpo era rítmico.
Otro de ellos intentó tomarme por el culo, pero su intento se vio frustrado ante los enojos de aquel que ya me penetraba porque no era de su gusto ver el culo de su amigo tan cerca de su cara. Entonces se puso debajo de mí. Me senté sobre ese mástil y cabalgué deliciosamente mientras el otro acertaba mi culo. Aunque ya lo había hecho varias veces, esta penetración anal me dolió un poco, tuve que frenar y pedirles a los chicos un poco de paciencia. Total, era para el placer de todos así que me esperaron comprensivos mientras mi culito asimilaba el grosor del palo aquel.
Mmmmm, cuando entró, dios mío, que delicia. Volvimos al ritmo, el uno golpeando mis nalgas y el otro mordiendo mis senos. Las rodillas me dolían un poco por la arena, pero no era algo que me preocupara. Yo gemía como una puta, que delicia. Me decían cosas sucias, que era una perra bastarda, que era una perdida, que tenía el culo más rico de toda punta cana, que era la mejor chupadora, etc. Cosas que no hacían más que elevar mis ganas.
Me vine en un orgasmo enorme, aaaaaaaahhhhh, grité cuando me llegó. Pero ellos continuaban. No puedo más, les decía yo. Pero aquello solo los hacia insistir e insistir.
El primero en venirse fue el que estaba por detrás, sacó su pene y se regó sobre mi espalda. Estaba súper caliente. El otro no tardó en venirse, esta vez dentro de mí.
Me tumbé en la arena boca arriba. Estaba agitada, mis pechos subían y bajaban como bombas de aire, sobre mi solo estaba el firmamento, que entre otras cosas veía un poco borroso. Y cuando creía que venía siendo hora de volver al hotel, aquel que se había venido de primero se lanzó encima de mí, lo recibí con el abdomen y enseguida colocó su glande tocando a la puerta de mi chorreante concha. Se resbaló dentro y comenzó a bombearme. El chasquido del líquido baboso brotando de mi vagina nos marcaba el ritmo a seguir. Que delicia me repetía yo, muévete, muévete le decía mientras le apretaba las nalgas. Se vino pronto también.
Se tumbó a mi lado en la arena y trató de charlarme algo que no le entendí bien. Yo solo me levanté, tomé mi ropa y me vestí como pude. Me despedí de los chicos y salí caminando hasta cualquier sitio donde pudiera tomar un taxi que me llevara al hotel.
Ese día descansé como hace mucho no lo hacía, dormí tranquila. Y fue solo el primer día de mis dos semanas en punta cana. No se imaginan lo que siguió en los próximos días.