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Probar a una mujer, una Musa!

KINKYROYALTY San Jose, California, USA

(Este relato se escribió en español como su idioma original)

Probar a una mujer, una Musa!

Siempre me dio bastante curiosidad estar con una mujer, tocarla y probar si realmente sentía atracción por ellas. No niego que a veces tenía pequeñas fijaciones en el colegio, que por cierto era femenino. Pero ese día, el día en que mi esposo y yo decidimos hacer un trio con una chica, cambió algo en mi, despertó una de las cosas más liberadoras de mi sexo, de mi ser. La cita, fue en un motel. Los nervios y la incertidumbre que tenía, se veían a simple vista. Nervios por lo impredecible e incertidumbre por las millones de dudas que caben en la cabeza de una mujer que va a hacer esto por primera vez con su esposo (Infidelidad, desamor, arrepentimiento, celos), pero seguimos adelante y la esperamos pacientemente en la habitación 302. Yo había llevado algunas cosas en mi bolso, así que fui al baño, me puse un corsé de cuerina que resaltaba mis curvas, lo más delicioso de esa prenda era que mantenía caliente mi cuerpo, o bueno, eso creo… tal vez la exitación era lo que me tenía caliente, además que le añadí unas medias de malla me maquillé como si fuera a ir para una fiesta y me aplique una cremita deliciosa para que mi piel fuera un arma excitante para mi esposo, para ella (Emily) y para mi, obviamente. Emily, por fin llegó y no les niego que nos gustó y mucho. Desde que entró a la habitación irradió un carísma increíble, una sonrisa hermosa, una mirada juguetona y un cuerpo espectacular, no podíamos pedir nada más. Mientras ella se preparaba para nosotros, mi esposo yo nos empezamos a besar por la excitación que teníamos, ella despertó en nosotros otro lado lujurioso del que sabíamos no ibamos a salir nunca. Emily se puso un teddy de cuerina que venía decorado con unas cadenitas que resaltaban aún mas sus senos, tenía un tono sado excitante que me hizo mojarme un poco. Ella con su delicioso acento paisa que tanto me derrite, nos dijo: «Bueno entonces ¿Qué quieren hacer? ¿Cuáles son las reglas?». Nosotros nos quedamos boquiabiertos pero sacamos un lado determinante para quedar claros sobre lo que queríamos, así que pusimos las reglas en la mesa: Sí a los besos, lamidas y mordidas Sí a tocarnos hasta el cansancio Pero mi esposo, solo me podía penetrar a mi (Una decisión que fue conversada entre los dos y que nos ayudó a ir paso a paso, y disfrutar de lo que se venía más adelante). Ella, lo aceptó perfectamente, y empezamos nuestro encuentro. Nos servimos unas copas de vino y brindamos, pero ni mi esposo ni yo, sabíamos cómo empezar, eramos unos primíparos en esa situación y ahí, Emily, entre su vasta experiencia, se convirtió en nuestra profesora sexual. Seleccionó unos dados sexuales entre la cantidad de juguetes que habíamos llevado, que por cierto, ella quedó bien sorprendida porque nunca había conocido una pareja con tanta utilería sexual -). Entre la lanzada de dados le besé el cuello, ella me acarició, mi esposo me besaba, luego le acaricié los senos a Emily, mi esposo me lamía la espalda, ella se mordía sus labios, la besé. Qué sensación tan deliciosa, tocar los labios de una mujer, tan delicados y suaves juguetear con nuestra lengua con sabor a vino tinto. Luego de ese instante de sorpresa y placer, ella decidió parar el juego y entrar en materia, me acostaron en la cama y cada uno tomo uno de mis senos y empezó a lamerlos deliciosamente, a un lado tenía la rudeza de mi esposo que me chupaba el pezón con fuerza, y en la otra, tenía la delicadeza de Emily que pasaba sus dientes y sus saliva, era la mezcla perfecta de placer que necesitaba a los dos los agarraba suavemente del pelo, los miraba con deseo, me sentía la mujer más sexualmente afortunada. Me quitaron el corsé y ella se abalanzó encima mío abriéndome las piernas de una, me besó primero y luego fue bajando lentamente, besándome el cuello, entre mis senos, mi abdomen, mi cadera, hasta llegar a mi clítoris – Allí me apliqué un poquito de lubricante de sabor para darle más picante al momento – lo tocaba tan delicioso y tan suave con la punta de su lengua que descubrí que eso me llevaba a otro nivel de excitación, lo combinaba con sus dedos, que entraban y salían, y con sus escupitajos que escurrían en mi ingle ¡No podía creer de todo lo que me había perdido en años! Mi esposo mientras tanto, me besaba desenfrenadamente y al mismo tiempo acariciaba con sus manos fuertes la cola de ella, producíamos más saliva y yo gemía como una gatita en celo, hasta que me hizo estremecerme, me hizo correr, me encantó que ella me hiciera oral, me fascinó verlo a él tocar a otra. Cambiamos a una nueva pose, ahora ella estaba acostada. Yo me subí y me decidí probar de ella, a oler su cuerpo, a lamer sus labios vaginales, y a lamerlos con esa misma delicadeza que ella dedicó en mi, hacía movimientos repetitivos suaves y luego fuertes, e hice lo que una buena estudiante puede hacer, aplicar lo que la profe me había enseñado. Mi esposo aprovechó que estaba en 4 y me embistió como un toro, me daba duro y rico, se notaba que le encantaba este plan, que lo deseaba desde hace rato, y que el hacerlo realidad le hacía arrecharse mucho más. Y en esa delirante mezcla, ella también se corrió, generándome una satisfacción que me hacia llevar mi líbido al máximo. En ese momento de sudor entre todos, ella y yo teníamos los pezones hinchados y la vagina muy mojada, se nos notaba que estábamos un poco prendidas por el vino, pero eso nos hacía sentir en confianza. Hicimos otras poses, nos pusimos un dildo doble y empezamos a mover nuestras caderas para empujar el dildo, mi esposo se masturbaba y nos tocaba, nos besaba, nos ponía su verga para que se la mamáramos, era una tripleta de placer insaciable. Nos besamos los tres ¡Qué rico sentir dos lenguas más!, entre las dos le chupamos la verga a mi esposo, se lo escupimos, lo masturbábamos y nos besamos, eso siempre hizo que mi esposo estuviera a punto de correrse, pero fuimos generosas y parábamos cuando él nos lo pedía. Emily puso su vagina deliciosa en la boca de mi esposo mientras yo lo masturbaba, luego cambiábamos y entre esos cambios, nos besábamos, nos tocábamos, nos coqueteábamos. ¡Qué iba a pensar yo que a mi esposo le encantaba que le echara los perros a otros! Entre más de 2 horas de sexo rico, diferente, libidinoso, nos corrimos todos como nunca, quedamos rojitos, con sudor, despeinados y con sonrisas. Volvimos a brindar celebrando una nueva vida, un nuevo descubrimiento, un taboo que lo superó todo y una nueva musa a la que seguiría, con la que me sentiría identificada para este nuevo mundo. Emily se levantó y se fue al baño, yo quedé tan impregnada con su sensualidad, que la seguí y decidimos bañarnos juntas, darnos unos besitos apasionados de despedida, tocarla por una última vez, o bueno, eso creía, porque el destino siempre hace de las suyas. Camila.


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